miércoles, 24 de julio de 2013

Ordenador roto

Chicos lo siento mucho, pero el ordebador no me arranca. Estoy escribiendo desde el móvil y estoy tardando una eternidad. En cuanto se arregle publicaré la nueva entrada. Lo siento de verdad.

miércoles, 17 de julio de 2013

Capítulo 10: Dorado

Cuando salí del hospital, caminé por las calles desoladas  durante al menos tres horas hasta que llegué a mi bosque. Sí, encontraría a Dorado y le explicaría todo lo que había pasado. Ahora que podía comunicarse conmigo, sería todo más sencillo.
Llegué a la cueva y con los pies muy doloridos me senté en el musgo y apoyé la espalda en la fría y húmeda pared.
"Dorado, te estoy esperando", pensé.
Pero no apareció en todo el día. Qué raro. No le di mucha importancia porque estaba cansada y dolorida. Creo que el arañazo de Dylan me había herido, así que decidí ir a casa a curármela. Volví a deshacer el camino que había recorrido en busca de Dorado y llegué a casa. Mi madre me acogió en sus brazos y me besó en la cabeza.
- ¿Qué tal ha ido cariño?- Tenía un moratón en el brazo.
- ¿Otra vez, mamá? ¿Por qué ha sido hoy? ¿Por cambiarle los calcetines de cajón?
Soltó una risilla.
- No pasa nada cielo. Estoy bien. Date prisa, tu padre se acaba de ir con tu hermana a no sé qué hospital.
- Entonces, tengo como una hora para cenar.- De esa manera, conseguía evitarle y recibir menos palizas, aunque he de reconocer que desde que salía con Dylan mi padre no había vuelto a pegarme.
Cené rápido y me duché. Descubrí que tenía unas feas heridas en el costado a causa de las garras de Dylan. Garras. Entonces toda la información de aquel día se desbordó sobre mí y caí en la cuenta de todo. Dylan era un hombre lobo (Bueno, quizá tardé en darme cuenta, pero no quería reconocerlo. Prefería vivir en un mundo de color rosa). Por eso había cambiado tanto en el verano. Se había hecho más fuerte y alto por eso.Y la flor esa que le asustó... Me sequé rápido con la toalla y fui a mi habitación corriendo. Encendí el portátil y busqué fotos de flores azules: Acónito/Matalobos. Mis sospechas se hicieron realidad. Por eso había huido. El acónito era el veneno de los hombres lobo. Les mataba.
Entonces, los que mataron a Jane no eran lobos corrientes, seguro. Vale, debía encontrar a Dorado lo más rápido posible para informarle de mis hallazgos, aunque... ¿y si él ya lo sabía?
No perdí más tiempo y salí en su busca. Salí por la ventana y respiré el aire. Olía a mojado. Eso quería decir que dentro de nada iba a empezar a tronar y a llover a cántaros. Me apresuré y volví a ir a la cueva, pero como antes, Dorado no apareció. Ahí sí que me empecé a preocupar. ¿Y si le había pasado algo? La cueva seguía solitaria y húmeda, sin un solo atisbo de vida animal. Me desanimé y volví a regresar a casa debajo de una lluvia torrencial.

*


Tras varios días sin saber nada de Dorado, me harté de esperar a que apareciese por su propio pie, bueno en este caso, pata. Después de las clases, fui a casa, arrojé la mochila a través mi ventana y me fui corriendo al bosque.
Las hojas de los árboles se me enredaban en el pelo y cada dos por tres me tropezaba con alguna maldita raíz. El abrigo-manta que me llevé me vino de perlas porque empezó a refrescar y poco a poco me fui quedando sin luz. Miré hacia arriba y observé que el cielo estaba gris oscuro y cada vez se oían más truenos. Genial, otro día de lluvia. De repente, algo que creía haber tomado como trueno resultó ser un gruñido. Corrí hacia él, pero volví a tropezarme y me caí de bruces. Me golpeé la mandíbula, pero descubrí una flor de lo más interesante: acónito. Por si acaso, cogí unas cuantas y las guardé en el bolsillo del abrigo-manta.
Me levanté por enésima vez y fui directa al gruñido. Cuando desemboqué en el claro de un bosque pude divisar dos figuras: una con reflejos dorados y otra medio humana. ¡Era Dorado! Y... Dylan. Mi lobo estaba luchando contra Dylan, que se encontraba en medio de la metamorfosis. Tenía garras y colmillos, pero no llegaba a alcanzar la forma lobuna. Ambos estaban sangrando mucho y parecían exhaustos, pero Dylan sonreía maléficamente.
- ¿Qué te pasa? ¿Te han abandonado las fuerzas? Ja, ja, ja, sin ella no eres nadie.- Lanzó una tarascada a Dorado y el lobo cayó al suelo. Parecía derrotado.
- Y ahora, yo seré el Alfa.- Dylan alzó las garras y se las clavó en el vientre a Dorado. La sangre empezó a manar a raudales.
- ¡¡NOO!!- Grité corriendo hacia Dorado sin importarme nada más. Me arrodillé junto a él.
"Eve, corre, aléjate", me dijo Dorado mentalmente.
- No pienso abandonarte.- Le respondí.
- Oh, qué tierno. Bien, mataré dos pájaros de un tiro. Eve, muchísimas gracias por venir. Así podré acabar también contigo.
- No te comprendo, Dyl. Hace unos días eras totalmente diferente.- Velozmente me agarró del cuello con las manos manchadas de sangre y me empotró contra el suelo. Dorado se intentó levantar inútilmente del suelo.
- Mentía. Solo quería acercarme a ti.- Y me sonrió con aquellos enormes y afilados dientes.
Metí la mano en el bolsillo y rápidamente le eché las flores en la cara. Dylan se estrelló contra el suelo y la cara empezó a arderle. Salió corriendo del claro mientras maldecía a gritos.
- ¡¡VOLVERÉ!!
Fui a ver a Dorado inmediatamente. Sangraba mucho y empecé a marearme. La herida que me hizo Dylan no se curaba y me debilitaba mucho.
- Oh, Dorado. Sangras mucho.
"No pasa nada, ya estoy empezando a regenerarme. Una herida más y hubiese muerto. Gracias por venir".
Dejó apoyada la cabeza sobre la tierra húmeda. Después de lo que a mí me pareció una eternidad, me di cuenta de que Dorado ya no sangraba. La herida se había cerrado completamente.
- Uhm... Sé que quizá no es un buen momento, pero, ¿por qué no has venido durante estos días? Creía que te había pasado algo malo.
"Bueno, me dijiste que no me querías volver a ver". Respondió.
- ¡¿Qué?! ¿Cuándo dije yo eso?- Entonces una idea explotó en mi cabeza. Boom. El hospital, la conversación que tuve al llegar a la cuarta planta...-. No, no, no, ¡no! Dorado... ¿has sido tú durante todo este tiempo y no me has dicho nada?
"¡No podía! Está prohibido". Intentó incorporarse.
- Solo intentabas protegerme de Dylan... Durante todo este tiempo. En la fiesta, en el instituto... Oh Dios, soy idiota...- Me tapé la cara con las manos.
"Tranquila. Por lo menos, ya lo sabes...". Soltó un aullido lastimero y cerró los ojos. Su respiración se fue haciendo más agitada. Entonces, los ojos amarillos se tornaron azules. Un azul turquesa que te atrapaba al instante y te sumergía en ellos. Observé que poco a poco el pelo dorado se fue ocultando y al final solo quedó un chico de diecisiete años rubio que tenía un cuerpo de escándalo. ¿Eran así todos los hombres lobo? Guau. Le tendí mi abrigo ya que llevaba solo unos pantalones rajados.
- ¿De dónde han salido los panta...?
- No preguntes.- Respondió con una sonrisa que le iluminó la cara.
Todas sus heridas estaban casi curadas y ya tenía mejor aspecto. Unos duros abdominales se le marcaban debajo del pecho y los fuertes brazos aferraban bien el abrigo.
- ¿Estás sangrando?- Me preguntó Will. Se puso de rodillas
- Pues...- Me miré el costado y vi que mi camiseta se había manchado de un color carmesí. Me la levanté un poco y vi que la herida que me hizo Dylan se había infectado considerablemente.
- ¡Eve! ¿Cómo te has hecho eso?- Se incorporó de un salto y examinó la herida.
- Después de que te marchases el otro día en el hospital, Dylan perdió el control.
Me cogió de la muñeca delicadamente y me llevó a través del bosque hasta una parte del río en el que crecían unas plantas con hojas de color azul eléctrico.
Will arrancó una de ellas y me la puso encima de la herida. De pronto noté que el dolor retrocedía.
- Mucho mejor.- Dije.
Sonrió. Sus ojos azules emitieron un brillo.
- Te, te acaban de brillar los ojos, Will.
- Sí, lo sé. Estoy contento de que por fin sepas quién soy. Ha sido horroroso tener que ocultártelo todo durante todo este tiempo, y más cuando supe que en mi forma humana me odiabas por culpa de ese renegado...
- ¿Renegado?
- Dylan pertenece a una manada de lobos renegados. Te necesitan para hacerse invencibles porque no consiguen terminar de transformarse en lobos y su fuerza es menor a la nuestra.
- ¿A mí? ¿Por qué?
Suspiró.
- Porque eres el alma gemela de un Alfa.





LRA


sábado, 13 de julio de 2013

Gracias

¡Hola lector@s! Quería deciros que de momento continuaré yo sola la historia (no os preocupéis, que seguiré escribiendo). La próxima entrada la publicaré el 17 de julio (¡mi cumple!) a la hora del Ángelus.
A partir de ahora, ¡todos los miércoles podréis disfrutar de una nueva entrada!

Sobre todo, gracias por estar siempre ahí :)
Os lo merecéis, y os doy las gracias a todos, tanto a los que permanecen siempre atentos, aunque pases un año sin escribir, como los que casualmente encuentran nuestro blog y le echan un vistazo.
¡Gracias a todos!


LRA

jueves, 11 de julio de 2013

Capítulo 9: Adios

¡Hola lectores! ¡¡Por fin escribí la entrada!! 0s recomiendo, por si no recordáis detalles de la historia, que os volviéseis a mirar un poquito los capítulos y poder comprender mejor esta entrada. Si os acordáis de todo, ¡perfecto! Continuad leyendo.
Un besazo,
Laura.


No podía aguantarlo más. Tenía que cortar con él ya. Tenía que dejarme de vacilaciones e ir al grano de una vez.
Cogí la rebeca azul marina y me preparé psicológicamente para cortar definitivamente mi relación con Dylan. Menos mal que hoy era sábado y podía vagar libremente por las calles sin que me procupase faltar a clase.
- ¿A ciudad Monumento?- Me preguntó el conductor del autobús.
- Sí.- Me dio el billete y en seguida me senté en un asiento libre al lado de una señora mayor. Por lo menos me quedaba una hora de trayecto, sin contar con las paradas cada quince metros. Sí, se iba a hacer eterno, pero era el único medio que tenía para ir a visitar a mi novio (ya no por mucho tiempo).
Entretanto, la señora mayor empezó a hablarme:
- Se te ve preocupada. ¿Problemas personales?
- Pues sí, la verdad es que sí...- Y así, empecé a hablarle de todo lo que me había pasado desde que empecé el curso. Qué curioso, no la conocía de nada, pero me daba buenas vibraciones.
Cuando tuve que bajarme en la parada del hospital, me dio mucha pena tener que dejar de hablar con aquella mujer.
- Vivo en la calle Amapola, número 3. Lo digo por si alguna vez te apetece hablar.- Me sonrió Maya, que era como se llamaba la anciana.
Me despedí de ella con un movimiento de mano y me acerqué a la entrada del hospital con  rezago en mis pisadas.
Las puertas del hospital se abrieron con un ligero chirrido y yo me adentré en él. Olía a desinfectante y a latex.
Subí las escaleras con agilidad por no ir en el ascensor y encontrarme con algún enfermo. Nunca me habían gustado los hospitales. Siempre habían sido terroríficos para mí. Muchos enfermos con caras destrozadas de dolor y en muchas ocasiones, enfermedades incurables. Me ajusté mejor la bufanda y abrí la puerta que daba a la cuarta planta, donde se encontraba ingresado Dylan.
De repente, sentí algo frío en la nuca. Me giré en redondo y le vi. Will. ¿Qué demonios hacía Will en el hospital justo en la planta 4? Vale, esto era ya el colmo.
- ¿Qué leches haces aquí?- Le medio grité agarrándole de la chaqueta y llevándomelo hacia la esquina más cercana. Una enfermera pasó a nuestro lado portando un fichero médico. Nos fulminó con la mirada y se puso un dedo en los labios indicando que guardásemos silencio. Me sonrojé. Bueno, no era el momento idóneo para echarle la charla a Will, pero estaba un poquito bastante harta de él y su comportamiento.
- Pues... La verdad...- Empezó a murmurar.
- Mira, seré clara. Me has jodido bastante y estoy de ti hasta las narices - Ui, no quería ser tan dura, pero una ira incontenible se fue apoderando de mí-. Desde que apareciste con tus jueguecitos psicópatas me has destrozado la vida: has aporreado a Dylan sin motivo en más de una ocasión, me sacaste del baile, que era una ocasión que llevaba esperando A-Ñ-O-S, me ensuciaste el vestido y, ¡por tu culpa ahora mismo estoy a punto de romper con el único chico que me ha comprendido y no me ha tratado como si fuese basura!
Los pacientes nos miraron de repente. Había acorralado al chico y su espalda estaba pegada ya a la pared. Y yo me acercaba más y más a él peligrosamente con cara de perro rabioso. Dios, si me hubiese visto mi amiga Jane en aquel momento...
- Te equivocas.- Dijo solamente. ¿Qué? ¿Nada más? Ni alzamientos de voz ni miradas furiosas. Oh, nada de eso. Quería guerra.
- ¡¡NO TE QUIERO VOLVER A VER POR MI CAMINO!! ¿Entendido?
Cerró los ojos, asintió y de un empujón me apartó de él. Se fue caminando hacia el ascensor con las manos metidas en los bolsillos y desapareció tras las puertas metálicas.
Uf, qué desahogada me sentía. Bien, un problema menos. Ahora estaba el peliagudo tema de Dylan. Me acerqué sigilosamente a la puerta. Apoyé la mano en el pomo de la puerta cuando oí algo en el interior. Dylan estaba hablando con alguien. Sé que no debería haberlo hecho, pero la curiosidad es algo poderoso, así que apoyé la oreja en la puerta y escuché:
- Te he dicho que no sabe nada.- Dijo Dylan.
- Se te está acabando el tiempo y odio esperar y lo sabes de sobra. Me debes sumisión.
¿Sumisión? Dios, ni que estuviésemos en la Edad Media.
- Dame solo tres días más.
¿Drogas quizá?¿Pagos atrasados?¿Deudas? Seguí escuchando.
- Está bien. Tres días. Ni uno más. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte aquí? Ya estás completamente curado.
- Los que me den la gana. Al enfermero le tengo bien puesto, no te preocupes por eso.
Se hizo el silencio. La otra voz gruñó y dijo:
- Hay alguien ahí fuera.
Mierda, mierda. Me aparté rápidamente de la puerta y me senté precipitadamente en la silla de espera que había. Bien, así parecería que llevaba un rato esperando.
La puerta se abrió precipitadamente y un hombre con el pelo a rastas y bastante grandote salió de la habitación. Su descuidada barba y sus modales toscos no te decían realmente que pudieses confiar en él. Le sonreí con inocencia, me dirigió una mirada asesina y se fue rápidamente. Uf, por los pelos.
Entré en la habitación que olía a... ¿gato muerto? Por favor, ¿cómo se puede oler tan mal? Arrugué la nariz y cerré la puerta. Me dirigí directamente a las ventanas para ventilar un poco la habitación.
- Oh, Eve, qué grata sorpresa. Estaba pensando en ti ahora mismo.
- ¿Qué se ha muerto aquí, Dyl?
- Ohm... Lo siento, mi tío no es un gran fan del jabón...
Después de un buen rato de ventilación, ya podía volver a respirar con normalidad.
- Bueno, ¿qué tal te encuentras?- Quise saber.
- Bastante mejor, pero todavía no estoy curado del todo.- ERROR, pensé. Qué mentirosillo...
- ¿Y cuándo te dan el alta?
- No lo sé todavía. El enfermero me ha dicho que es mejor esperar a que todo sane tranquilamente, sin prisa alguna.
- Mira Dyl, voy a ser sincera contigo - le di la mano con cariño-, no he venido a preguntarte cuándo te darán el alta. Sé que va a ser duro, pero no puedo seguir mintiéndote, y lo que es peor, seguir mintiéndome.
- ¿Me estas dejando?- Dijo de pronto. Empecé a sentir presión en la mano.
- Lo, lo siento pero creo que es lo mejor para los dos dadas las circunstancias...- Pf, no estaba saliendo como yo quería. Para nada.
- No, no puedes dejarme.- Dijo en tono autoritario. Su respiración empezó a ser más y más fuerte.
- ¿Cómo que no? Te acabo de dejar Dyl. Suéltame. Ya.- Le dije levantándome de golpe. La silla se precipitó al suelo.
- No te vas a ir.- Dijo.
- Adios Dylan.- Se levantó de la cama como quien no quiere la cosa y sus ojos pasaron de ser marrón cálido a amarillo fluorescente. Maldición. Como la vez en la que casi ahogó a mi padre por haberme maltratado. Empecé a sentir miedo. La muñeca me ardía y empecé a sentir un dolor agudo.
Su cuerpo empezó a temblar y la camiseta blanca que llevaba se rasgó dejando entrever unos músculos muchísimo más hinchados de los que ya tenía. En el brazo apareció de repente un tatuaje como el de un dragón. Dylan empezó a convulsionarse y cuando me miró con aquella mirada loca, se había hecho mucho más alto y grande.
Entonces reaccioné y como si alguien me lo hubiese aconsejado, le propiné una patada en la rodilla para que perdiese el equilibrio y cuando estaba apoyado en el suelo, una patada lanzada en toda la cara. Escupió sangre. Me soltó de inmediato y me aparté de él temblando como un flan. Empezó a gruñir.
- Grrrr...- El corazón empezó a latirme descontroladamente en el pecho, pero lo peor de todo era que no podía moverme. Tenía el cuerpo paralizado.
Dylan alzó la mirada y unos enormes colmillos, que sustituyeron a los dientes normales, me sonrieron tras la afable cara del antiguo Dylan. Las manos se asemejaban ya  a garras.
Reprimí un grito.
- ¿Sorprendida, Eve?- Me dijo sonriendo. Se levantó como un rayo y se lanzó hacia mí con las garras extendidas.
Sí, esta vez sí que grité.
- ¡¡AGH!!- Me aparté rápidamente de su camino, pero un gran arañazo me rasgó la rebeca entera. Una risa gutural salió de la garganta de Dylan. Corrí hacia la puerta, pero algo me atrapó el pie y caí bruscamente sobre el frío suelo del hospital.
"Dorado, ayúdame", imploré. Una flor se desprendió de mi bufanda. Era azulada con tonos violáceos. En el momento en que la vio, Dylan se apartó corriendo de mí. Cogí la flor y me alcé ante él .Me miró con miedo. Estaba acurrucado en un rincón de la habitación. Le tenía un pánico terrible a aquella delicada flor violeta, así que la tiré al suelo y salí corriendo de aquel hospital lo más rápido posible.



LRA



miércoles, 10 de julio de 2013

De vuelta

Queridísimos lectores, siento profundamente haber estado ausente tanto tiempo, pero es que mi compañera y yo no nos encontrábamos inspiradas y con todo el lío del último año, pues nos ha sido imposible escribir.
Aprovecho la oportunidad para deciros que volvemos a retomar la historia (por lo menos yo je, je, je).
Así que estad atentos porque en pronto publicaré la siguiente entrada :)
¡Un besazo!


LRA

martes, 10 de julio de 2012

Blog

Queridos lectores, me encantaría que pudiéseis echar un vistazo a este enlace : mimundosideral.blogspot.com
También lo podréis encontrar en la lista de mis blogs.
Es un blog muy interesante :D

¡¡Besazos!!

jueves, 3 de mayo de 2012

Capítulo 8: El Accidente

No, no, no. No podía ser. Cerré la tapa del móvil, que temblaba entre mis manos. La boca empezó a castañearme y el párpado empezó a temblarme ligeramente. Eché a correr para coger el primer autobús de la línea 1 que me llevase volando al hospital.
Dylan había sufrido un accidente de moto y se encontraba hospitalizado, al parecer con algunas heridas graves ocasionadas por el golpe. No solo la moto había caído encima de él, sino que además el depósito de gasolina empezó a arder y él se quemó la pierna y el brazo.
Después de media hora en el autobús, llegué a mi destino. Subí a la tercera planta y entré en la habitación con cuidado. Dylan estaba dormido en la cama, apenas cubrierto con una manta blanca y con el brazo vendado. Por debajo de ésta se podía divisar una mancha rojiza. "Pobrecito", pensé.
Me senté a su lado y le cojí una mano con dulzura. Empecé a recorrer las líneas de la palma con el dedo índice. Su mano era gigantesta, al igual que sus enormes dedos, pero el tacto de su piel con la mía me producía una sensación indescriptible. Era como tocar el fuego y el hielo a la vez.
Me quedé allí bastante tiempo, sin saber qué hacer, hasta que la mano de Dyl se cerró sobre la mía.
- Te has despertado.- Susurré.
- Sí, ¿qué ha pasado?- Me preguntó algo desconcertado.
- Has tenido un accidente de moto, pero tranquilo, estás... vivo.- Le sonreí.
- Oh, ya me acuerdo de todo. Iba a ir a tu casa a disculparme por lo idiota que fui contigo. No volverá a pasar, te lo prometo - Me dijo con cara de cordero degollado-. Recuerdo que sólo pensaba en ti, en tu cara de horror. No puedo permitir que pienses eso de mí. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida Eve, y... no te quiero perder. 
- Tranquilo, ahora descansa. - Le dije besándole la palma de la mano.
Se volvió a dormir y yo me sentí fatal por dentro. Ese mismo día había pensado en romper mi relación con él, pero dada la situación en la que me acababa de dejar, era incapaz de hacerlo.



* Dylan:

Pequeños fragmentos de imágenes iban pasando por mi cabeza. Todo lo que me había sucedido en aquel verano iba reconstruyéndose en mi cabeza poco a poco. Recordaba perfectamente a aquel hombre renegado. Recordaba su fría mirada y su tatuaje en el tobillo tan enigmático. Recordaba aquella noche, una de las peores de mi vida. La más dolorosa y horrorosa de todas las noches. 
Recuerdo cómo caí enfermo y estuve en cama durante al menos dos semanas. Lo recuerdo, lo recuerdo. Recuerdo mi misión.
De repente, otras imágenes pasaron por mi subconsciente: la de una chica hermosa. La más hermosa del mundo. Su pelo castaño le caía en hermosas cascadas sobre sus hombros desnudos. Sus ojos color aceituna desprendían un brillo jamás visto. Era la chica más hermosa que había podido contemplar. Lástima que fuese a acabar todo.
Otra imagen cruzó mi memoria en ese instante. Sangre, sudor, duda, temor, rabia, dolor, hambre...
Lo dejaría todo tal y como estaba. No cambiaría nada. No, era un buen plan.




LRA







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