viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo 4: Un día más

A la mañana siguiente, me desperté en una cama muy confortable, con sábanas de seda y una colcha muy suave. Los rayos de luz penetraron por la ventana y yo me dispuse a vestirme con el uniforme escolar. Estaba aún aturdida, cuando me di cuenta de que no sabía dónde estaba. Abrí la puerta y una habitación con grandes ventanas me deslumbró. Un sofá blanco con una televisión plana, paredes metálicas, luces modernas, cocina adosada con un fogón enorme... Me percaté de que Dylan estaba dormido en el sofá. Parecía un angelito. Había decidido cederme la cama. Me miré al espejo de cuerpo entero que tenía en el baño adosado para comprobar que mis heridas ya estaban en proceso de sanación. Efectivamente, ya estaban cerradas y me sentía estupendamente. 
Me puse mi rebeca y salí del apartamento dejando una nota en la que decía: "Dylan, muchas gracias por todo, pero he de irme. No puedo faltar al colegio dos días seguidos. Ya nos veremos. Chao: Eve"Creo que la nota no reflejaba verdaderamente el motivo por el que me iba, pero no me importó. Cogí el autobús y me fui de allí.
Entré en mi casa por la puerta de atrás, y resultó que no había nadie. Busqué a mi madre, pero no la encontré. Penetré en mi habitación y me puse el uniforme. Para terminar, me puse kilos de maquillaje en todo el cuerpo para que no se notasen los moratones. También me puse pintalabios para el labio roto. Me dirigí de nuevo a mi habitación solitaria y me fijé en que la sangre seguía presente en las paredes blancas. ¿Dónde se habrían metido todo el mundo? Cogí mi mochila y me fui a coger al autobús. Llegué al colegio a tiempo por poco ya que hubo bastante tráfico que nos impedía el paso. 



Las clases eran muy aburridas, sobre todo si no paraban de mirarte las heridas y repetir lo mismo por lo menos quince veces. Sonó el timbre del descanso y me apresuré a salir a comer mi chocolate ácido que tanto me gustaba. Mm... Estaba delicioso.
Alguien se acercó a mí por la espalda con sigilo y me di la vuelta rápidamente. Era Refina, la persona más odiosa que el mundo había conocido en años.
-Evetang, ¿qué haces? Estás en mi sitio del pasillo preferido. ¡Quítate!- Gritó.
-Vale, vale. No te enfades demasiado a ver si te van a salir más arrugas, bruja.-Se me ocurrió de repente.
-Ee... ¿Qué has dicho? No te he oído bien.-Replicó.
-Nada, no importa. Adiós.- Me escabullí de allí y seguí andando por el pasillo como si no hubiese pasado nada. Salí por la puerta principal y los alumnos de siempre estaban fumando a raudales. Tendrían que prohibirlo ya, porque cada vez que pasaba por allí, tosía un montón hasta el punto de asfixiarme. Pisé la fresca hierba y el viento revolvió mi cabello en pequeños bucles. Un chico fumador se acercó a mí y soltó una gran bocanada de humo que me hizo toser y toser. Me aparté de él sintiendo que me ahogaba hasta llegar a un pequeño sauce, en el que ya me encontraba mejor y decidí sentarme para disfrutar del día con tranquilidad. Iba a ponerme los cascos de música cuando me di cuenta de que no estaba sola. Allí, sentado junto a mí estaba aquel odioso chico rubio del primer día de colegio y el de la pelea que casi deja cao a Dyl. Le miré mejor. Tenía el semblante relajado y el pelo le caía sobre los ojos. Decidí ser amable con él aunque no se lo mereciese:
-Me encanta la brisa que corre entre los árboles. Es tan fresca ... Me llamo Eveling, pero prefiero que me llamen Eve. -Dije mirando al horizonte y después a él.
-Yo adoro el bosque. Hay millones de animales y millones de sonidos que escuchar. Un buen lugar para relajarse. Me llamo William, pero es mejor Will. -Respondió mirándome.
-Cuando tengo muchos problemas, lo que hago es cerrar los ojos y dejar que el viento me lleve a todos los lugares posibles. Sin guerras, sin personas malas, sin enfermedades, sin odio...
-Prefiero descansar en la hierba y dormir profundamente hasta que se haga de noche. Entonces, sueño lo más bonito del mundo. Sueño con ella.- No se inmutó ni dirigió la mirada a un punto concreto, así que no pude adivinar de quién se trataba.
-Vaya, pues te deseo lo mejor con ella. Por cierto, ¿quieres chocolate ácido?- Le ofrecí la cajita.

-Gracias. Mm... Está realmente bueno.

Así nos pasamos media hora, conversando de cosas sin importancia hasta que el timbre sonó de nuevo y Will me acompañó a la clase de Biología. Jamás hubiese pensado que hablar de esas pequeñas cositas me hiciese sentir tan bien. Nos despedimos y entré en la clase con resignación.







Laura Ramallo Aznar (LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.



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domingo, 18 de diciembre de 2011

Capítulo 3: Furia

Las muñecas se me hincharon debido a la gran presión que ejercían las cuerdas. Se me desgarró la piel y la sangre empezó a brotar sigilosamente. Intenté morderlas, tirar de ellas, arañarlas con las uñas... Todo era inútil.
Lo poco que había conseguido dormir, fue en vano, pues ni con esas energías era capaz de arrancar esas malditas cuerdas. Odiaba a mi padre, odiaba a mi hermana, odiaba al mundo por dejar que tuviese un monstruo por padre. Me odiaba sobre todo a mí misma por haber... nacido.
Empecé a perder la consciencia poco a poco. La vista se me nublaba a causa del dolor y apenas podía distinguir la luz de mi mesilla. Solo veía un gran manchurrón amarillo.
De repente, una ráfaga de viento y olor a lluvia me recorrió. Gemí e intenté concentrarme en la figura que se dirigía hacia mí. "¿Dorado?" Pensé. No, no podía ser, pues andaba erguido y sobre dos patas. ¿Quién sería?
-¿Quién...?- Conseguí susurrar. Apenas podía hablar y solo salían unos pequeños gorgoteos de mi boca.
-Shh- Dijo ese alguien que se paseó por mi habitación hasta llegar a mi cama.
Me puso el dedo con delicadeza en los labios y entonces sentí un gran torrente de emociones: el miedo, la alegría, alivio, sueño, esperanza, ilusión...
Intenté abrir más los ojos y enfocar la vista, pero me era imposible, solo veía formas borrosas. Un aroma conocido y familiar me llegó y pude decir:
-¿Dyl... an?- Pregunté y nadie respondió. Apenas podía respirar, y sentía que me ahogaba. ¿Qué pasaba? Mi corazón empezó a palpitar cada vez más rápido, como un tren.
Empecé a temblar de frío y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
-Feliz cumpleaños, Eveling. -Dijo una extraña voz en mi cabeza que apenas pude recordar.
Entonces, la sombra difusa (a mis ojos), me dio un beso en la frente y todos mis males desaparecieron de golpe. Pude recobrar el sentido poco a poco, y cuando conseguí ver con claridad, no había nadie en la habitación. Intenté incorporarme y cerciorarme de que ninguna persona se hayaba en mi habitación, pero no pude porque las cuerdas me agarraban a la cama. Las miré con asco, y me di cuenta de que la piel no la tenía ensangrentada, solo unas marcas rojizas debido a la irritación de la piel.
Miré el reloj con atención y vi que eran las 3 y media de la madrugada: mi hora de nacimiento.

*

Abrieron la puerta con una gran estruendo mientras yo me despertaba bruscamente. Mi padre se dirigía hacia mí echando humos.
- ¡¿No te dije que nada de chicos?!- Me dio el primer bofetón. Gemí y unas lágrimas resbalaron por mis mejillas.- Está bien, tú lo has querido. Eres la pero hija del mundo. Te escapas, me evitas, apenas me hablas, y ahora encima, para colmo, haces que un chico te venga a recoger. ¡Un chico!
-¡Y tú eres el peor padre del mundo! ¡No haces más que tratarme como a un perro!¡ Me maltratas todos los días y a mis profesores les digo que todos los días tropiezo con algo! ¡¡¡Te odio por haber convertido mi vida en un infierno todos los días!!! - Le grité rabiosa.
En ese momento, mi padre empezó a ponerse rojo de furia, las sienes se le marcaron tanto que parecían dos grandes serpientes a punto de atacar, la frente se le arrugó y entornó los ojos. Fue entonces cuando deseé con todas mis fuerzas no haber pronunciado esas palabras jamás.
Tiró de las cuerdas bruscamente mientras la sangre empezaba a brotar de nuevo.
Me levantó con crueldad de la desordenada cama y me empujó contra la pared. Allí, me dio un puñetazo que me partió el labio. Emití un pequeño sonido y me derrumbé en el suelo.
Mi padre me agarró de la fina bata que llevaba y me dio otro puñetazo en la mandíbula.
Como antes volví a caerme al suelo, pero esta vez, en vez de levantarme, se apoyó sobre mí y con todas sus fuerzas, convirtió su mano en un puño y lo dirigió contra mi pecho. El siguiente, a mi tripa.
Me encontraba muy dolorida, y apenas era consciente de lo que pasaba a causa del dolor. Si quería hacer algo antes de desmayarme tenía que ser ahora. Ahora era el momento.
Iba a levantarme con las pocas fuerzas que albergaba mi cuerpo, cuando, en pie, mi padre me acribilló a patadas contra una esquina de la habitación. Las paredes empezaron a mancharse de rojo y yo apenas podía respirar de los fuertes golpes en el pecho. Me retorcía de dolor y me ardía la garganta.
Proferí un grito desgarrador.

*

-Bueno, ¿tienes novia?- Insinuó Lucy tocándose el pelo seductoramente.
-No.-Respondió Dylan solamente en el marco de la puerta de entrada.
-Mm... ¿Y te mola mi estúpida hermana?- Lucy empezó a mascar un chicle de fresa.
-Ejem... yo...- Se puso colorado a la vez que apoyaba su trabajado brazo en el poyete.
-Ya, es una mema. Parece muy inocente y eso, pero es una perra. ¿Sabías que se escapa por las noches para verse con su amante secreto? Creo que deberías pasar de ella y fijarte en otras más...jóvenes. - Y se miró a ella misma.
-Bueno, ¿puedo pasar?- Levantó la ceja con los brazos cruzados.
-Si, claro. ¿Vamos a mi habitación? Tengo prendas muy sexis.- Lucy sacó pecho.
-Em...- Consiguió decir Dylan.- Mejor me siento en el sofá y espero, ¿vale?
Lucy le agarró del brazo y le condujo a la sala de estar. En el camino, se escuchó un grito de Eve.
Dylan se puso tenso y calculó de dónde podría provenir aquel grito. Salió corriendo en dirección de la habitación de la muchacha con una furia incontenible.

*

Creo que si me quedaba algún hueso sano en mi cuerpo, lo bautizaría como "Superviviente al ataque".
Me sentía molida, y lo único que había conseguido con pegar ese grito fue que a mi padre se le incrementase la furia. Me cogió del pelo y me arrastró a lo largo de la habitación. Cuando acabé en la esquina opuesta, él me cogió del cuello con ambas manos y apretó hasta que me empecé a poner morada. Cuando eso ocurrió, conseguí zafarlo de mí a base de innumerables arañazos con las uñas y de morderle. Me agarró la cabeza y me dio un golpe contra la pared. No sabía ni cómo no me había muerto ya después de aquello. Para rematarlo, me empujó y tropecé al suelo. Giré la cabeza despacio, para ver que se disponía a dar su golpe definitivo, el más mortal de todos. Lo sé por experiencia, de las cuantiosas palizas que había recibido ya a lo largo de mi vida. Por lo menos, estaba contenta porque mi sufrimiento iba a cesar, y encarcelarían a mi padre por matarme y por maltratar a mi pobre madre.
Unas milésimas de segundo después, algo agarró el brazo de mi padre, deteniendo así su ataque. Dylan. Le hizo darse la vuelta para mirarlo a los ojos. Lo cogió de la camisa y lo estampó contra la pared. Yo me quedé tirada en el suelo. Dyl agarró del cuello a mi padre y le levantó con sorprendente agilidad.
-Como vuelvas a tocarla, te juro que te mato.- Le amenazó. Como la otra vez que le vi enfurecido, las venas se le hincharon y los brazos parecía que le iban a estallar. Le soltó de golpe y le dejó tendido en el suelo.
Luego, se dirigió a mí con unos ojos amarillos encedidos por la furia y el desastre y me acarició el cabello levantándome la cabeza con cuidado. Apartó el pelo sudoroso de mi frente y comprobó con alivio que respiraba. Después, con preocupación, empezó a tocarme para ver si tenía alguna costilla fracturada, pero resultaron ser solamente grandes moratones y lesiones leves.
Me cogió en brazos y permitió que apoyase la cabeza en su pecho. Avanzó hacia la puerta dirigiéndole una mirada asesina a mi padre, que se estremeció.
-Vámonos de aquí Eve.- Me susurró a la oído con cariño.
Poco después, sabiendo que estaba segura en sus brazos, me desmayé.


"Eve, por favor despierta, hazlo por mí. Pronto estaremos juntos, pero dame algo de tiempo para que arregle todo. Por favor, despierta..." Oí en mi cabeza antes de sentir algo húmedo sobre mis labios.
Dylan me estaba humedeciendo los labios para sanar la herida. También me mojó los brazos, las piernas, la tripa...
-D...yl...a...- No podía decir apenas nada.
-Shh.- Dijo poniéndome el dedo en los labios. Un recuerdo de esta pasada noche vino a mi memoria y deduje que el que entró en mi habitación fue él. Sonreí.
Me incorporé con su ayuda y vi que nos encontrábamos en mi lugar favorito,un lago a kilómetros de mi infierno. El agua lucía cristalina y los numerosos árboles que nos rodeaban cantaban melodiosas canciones. Cuando estuve sentada, miré a mi amigo y me eché encima de él. Le rodeé el cuello con mis brazos y apoyé la cabeza entre su mandíbula masculina y su clavícula. Allí me desahogué sollozando un buen rato.
-Eh, no llores. Ven, vamos a darnos un chapuzón. - Me rodeó la cintura y se levantó con entusiasmo. Se quitó la ajustada camiseta con algunos restos de sangre y me miró con esos ojos cálidos.
Me quedé anonadada al ver su atlético cuerpo y sus abdominales bien marcados.
Cogí la mano que me tendió y me agarré a él para no caerme. Toqué su tersa y bronceada piel y me quedé completamente estupefacta ante su belleza. Fui introduciendo mi cuerpo en las cálidas aguas a la vez que él. Me quedé flotando boca arriba, mientras que Dylan me sujetaba de la espalda y bailábamos en el agua al son del viento. Estuvimos allí durante horas, hasta que rompí el hielo:
-Dylan, ¿cómo se te ocurrió venir a mi habitación? ¿Y por qué tenías los ojos amarillos?
-Bueno, me permití el lujo de venir a recogerte y acompañarte al colegio. Creí que ser un caballero contigo era lo más importante, así que lo hice. Cuando llegué a tu casa, la puerta la abrió tu padre, seguido de él tu hermana. Le expliqué lo que estaba haciendo allí y se enfureció tanto porque te fuese a buscar que se fue. No le di demasiada importancia a aquello pues creí que fue a avisarte. Entonces, entré, tú emitiste un grito y fui a ver lo que pasaba, porque no me lo perdonaría si te pasase algo. Luego está el hecho de que tu hermana empezó a filtrear conmigo, y yo no sabía qué decirle, porque estoy enamorado de otra chica.
-Mm... Qué bonito.- Dije apenada. Había llegado tarde, y seguro que ya estaba saliendo con otra que fuese... no sé, más delgada, o rubia, o con más tetas... Iba a preguntarle de nuevo sobre sus ojos amarillos, pero se empezó a reír de una forma muy masculina y me distraje completamente.
-Eve, eres tú.- ¿Qué? ¿Me estaba diciendo que estaba enamorado de mí? ¿De mí?- Llevo enamorado de ti desde...Yo qué sé... Hace ya bastante de ello. Eras la única que querías mi amistad y me respetabas. Claro que cuando éramos más pequeños no pensaba en ello. Pero estoy enamorado de ti hasta las trancas.
-Yo... yo...- No sabía qué contestarle. Bueno, la respuesta era fácil en mi cabeza, pero decirla costaba un montón-. Pf... No sé qué decir, pero la respuesta es... es...
Nuestras frentes estaban pegadas y las narices se rozaban con elegancia. Apenas unos centímetros separaban mis labios de los de Dylan y el pulso empezó a acelerarse.
Cuando me quise dar cuenta, mis labios estaban pegados a los de él y nuestras esencias se fusionaron.
- Feliz cumpleaños, Eve.- Se separó un momento y yo lo atraje hacia mí.
Una brisa cálida se deslizó por mi interior y mis brazos rodearon la cabeza de Dylan, revolviendo así mis dedos entre sus negros cabellos.
Cerré los ojos y disfruté del momento con pasión.








Laura Ramallo Aznar (LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.




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domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 2: La pelea

-¿Dónde estabas?-me gritó mi padre-Tu hermana vino asustada a mi habitación diciéndome que no estabas y cuando fui a tu habitación,¡tu cama estaba vacía !
Miré a mi hermana que se refugiaba detrás de mi padre como un angelito, me sonrió con una mirada de suficiencia.Sabía que mi hermana lo había hecho aposta ,todo lo que estaba en su mano para fastidiarme lo hacía, así era ella. Detrás de mi hermana, a una cierta distancia, estaba mi madre con la cabeza gacha.Sabía de sobra que ella  no iba a salir en mi defensa por su propio bien y la entendía.
-¡Que contestes!-chilló mi padre, y a continuación me dio un bofetón.Me llevé la mano a la mejilla dolorida y alcé la mirada.
-Me...me..he ido a dar una vuelta...
-Eso es mentira- dijo mi hermana.
-¡Dime la verdad!-dijo mi padre después de darme otro bofetón.
-Ya lo he dicho -dije aguantando las lágrimas-he ido a dar una vuelta,lo juro...
-No es la primera vez que se va, se ha estado yendo todas las noches, justo a la misma hora-dijo mi hermana.Si estuviéramos a solas ya la habría estrangulado.
Después de varias bofetadas más y varios gritos de mi padre, me fui a la habitación y me metí a la cama.
Al cabo de un rato vino mi madre, como siempre, a consolarme. Estuvo acariciándome la cara y echándome pomada en mi cara hinchada hasta que me quedé dormida.



Al día siguiente tenía la cara amoratada, y para disimularlo me eché bastante maquillaje. Después de estar aseada y vestida, me fui al cole sin desayunar, para así no tener que ver la cara de mi padre y la de mi hermana.
Cuando llegué al colegio la gente no se dio cuenta de mis moratones; los profesores, que eran solo un poco más inteligentes que los alumnos,me preguntaban lo que me había pasado, pero con decirles que me había caído por las escaleras les bastaba. Al que no pude engañar fue a Dylan, me conocía bien para saber lo que me había pasado pues había ocurrido más veces. Nada más verme me dijo:
- ¿Esta vez por qué ha sido ?
-Por escaparme por la noche de mi casa-dije yo, bajando la cabeza- lo bueno es que han sido menos que la otra vez.
-Ah, sí, me acuerdo-dijo él en un susurro.
Fue cuando éramos más pequeños, salíamos del colegio y había llovido. Dylan me acompañó a casa. Íbamos jugando cuando me caí en un charco de barro y me empapé entera de suciedad y agua. Al llegar a casa mi padre pensó que me había rebozado por el suelo y mi hermana le apoyó. Mi padre me dio tantas bofetadas que no pude ir al colegio durante dos días.
De recordarlo se me humedecieron los ojos.
-Eh, Eve, no llores- me dijo con una voz baja, levantándome la barbilla. Me miró con aquellos ojos marrones que conocía muy bien.-ven aquí- me dijo rodeándome con sus musculosos brazos.
 En aquel momento me sentí como si a mi alrededor hubiera un huracán pero yo, rodeada de aquellos brazos, estaba segura de todo mal. Me dejé abrazar y le devolví el abrazo, hundí la cabeza en su hombro y allí lloré hasta que me desahogué.


El día estaba pasando sin ninguna novedad, excepto por aquel extraño presentimiento de que alguien me observaba constantemente. Me sentía muy incómoda.
Cuando estábamos en el comedor, no pude aguantar más y se lo dije a Dyl.
-¿Sabes?, noto que alguien no para de mirarme.
-Si claro, eso es lo que quieres tú, que te miren. Ja, ja, ja...-dijo Dylan con la burla pintada en la cara.
Le miré seriamente y paró de reírse.
-Vale... ¿Sabes?, puede ser aquel chico que está detrás de mí. He visto que no te quitaba ojo de encima.
Me asomé por encima del hombro de Dylan y le vi. Por casi escupo el agua que tenía en la boca a la cara de Dylan, de la sorpresa que me llevé.
Era el chico de pelo soleado. El que tenía esos hermosos ojos que te atrapaban.Eso me hubiera pasado si Dylan no hubiese estado allí para sacarme de aquel estado de shock.
-Ejem....Eve..¿le conoces?
-Em... No, no lo conozco, aunque ya le había visto antes, creo.
Dylan se dio la vuelta y se quedó observando a aquel chico. De repente se puso rígido en su asiento, y las venas del cuello se le hincharon tanto que parecían que le iban a estallar. Le puse la mano en el hombro para que se relajara y le pregunté:
-Dyl, ¿estás bien?
-Si...si, estoy bien- dijo dándose la vuelta y relajándose un poco. Me inquieté, pues todavía estaba tenso- no me pasa nada.
-¿Seguro?....
-Si, si seguro-dijo él bruscamente apartándome la mano de su hombro.
-Eh, tranquilo.
Se levantó y se fue del comedor.


Había un gran alboroto en el pasillo. Había gente que gritaba y salía corriendo, otros, por el contrario, se quedaban mirando y animando como si estuvieran en pleno espectáculo de boxeo. Odiaba las peleas, pero algo me hizo acercarme a ver más de cerca aquella discusión.
Cuando me acerqué, me quedé horrorizada. Dylan estaba de pie, furioso. Tenía la camiseta rota y llena de sangre que le goteaba a raudales de la nariz. La cara estaba llena de sudor y presentaba un montón de heridas. Los nudillos estaban rojos, y los puños, apretados, se disponían a golpear a otro chico. Miré al otro lado, y ahí estaba él, aquel chico misterioso de ojos azul turquesa que parecía que me observaba en todo momento. Tenía la camiseta abierta y rota, dejando ver sus músculos marcados, los botones de la camisa estaban por el suelo. Tenía el labio roto y una brecha en la ceja. Estaba también con los puños al aire, dispuesto a pegar a Dylan.
Me quedé paralizada sin saber que hacer, sólo cuando Dylan se dispuso a pegar un puñetazo en el estómago al otro chico, empecé a  reaccionar. Me interpuse en medio de los dos, aun sabiendo que podía salir perjudicada. Puse mis manos en los hombros de Dylan y hice que me mirara, yo le miré intensamente a los ojos. Al principio parecía perdido, pero poco a poco me devolvió la mirada y la furia que antes había en ella se suavizó.
-¿Pero qué pasa, te has vuelto loco ?-le chillé.
-Yo...lo siento- parecía abatido de verdad.
-Ven, vamos a quitarte toda la sangre y a mirarte esa nariz. Tiene una pinta muy mala-le dije dulcemente.
La gente pareció protestar. Les había quitado el entretenimiento.
Cuando Dylan y yo nos íbamos, miré atrás y vi que aquel chico seguía de pie allí. Me dio lástima por él ya que nadie se estaba preocupando por él. Se dio media vuelta y se marchó.
En la enfermería, mientras la enfermera revisaba la radiografía de la nariz de Dylan, le pregunté:
-¿Por qué ha sido?
-La verdad no me acuerdo, creo que se metió conmigo. Eso, sumado a que no te quitaba ojo de encima, era ya el colmo. Así que, le pegé. La verdad, tenía unas ganas tremendas de atizarle, y cuando lo hice me quedé muy  a gusto. Pero una vez que empecé no pude parar.
- ¿Le pegaste por qué no paraba de mirarme?- pregunté anonadada.
-Si.. bueno- dijo tímidamente- nunca permitiría que te pasara nada y ese chico te miraba de una forma....
La enfermera entró en la sala con las radiografías.
-A ver Dylan, tienes desviado el tabique de la nariz, por lo demás no tienes más que heridas y rasguños.

Miré hacia la ventana, afuera llovía y la ventana estaba empañada, aún así podía ver bien lo que había al otro lado de la ventana. Estaba en mi cama, atada a ella por orden de mi padre. Él no iba a consentir que me volviera a escapar. Había intentado desatarme las muñecas y los pies, pero al final desistí. Empecé a llorar silenciosamente por todo lo que mi padre, apoyada por mi hermana, me había hecho sufrir. Mi llanto fue interrumpido por un leve golpeteo en la ventana, giré la cabeza en dirección a la ventana, y allí estaba él, observándome desde mi ventana. Agitó su pelaje dorado, salpicando gotitas de agua en la ventana ya empapada. Me miró con unos ojos tristes y yo le devolví la mirada. Con esa mirada nos dijimos todo. Aún así se quedó allí, empapándose, hasta que me dormí, velando por mí, como hacía siempre.


Paula Pulido Egea (25)

(Foto de Laura)



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viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 1: Eveling

Vio su cuerpo por primera vez aquel frío día de septiembre de madrugada. Asomó su pata entre los abundantes arbustos y su caliente aliento se condensó lentamente en el aire. Espesas gotitas impregnaban los anchos ventanales de la casa inundados de una cálida luz.
Observó a la pareja con su nuevo miembro. Se les veía felices porque una espléndida sonrisa cubría sus deslumbrantes caras mientras abrazaban al bebé ambos. El hombre se fue de la sala dejando a la mujer sola mientras ésta acunaba cariñosamente a la criatura. "¿Qué hago aquí?" Se preguntó el lobo. Al parecer había sentido un gran impulso animal que lo llevó a esa casa.
Iba a desaparecer lentamente de allí, pero algo se lo impidió. En aquel preciso instante, vio la cara del bebé, una hermosa niña de ojos aceituna que lo miraba curiosamente. Entonces, el mundo cambió para él, pues la protegería hasta el fin del mundo, daría su vida por ella, la haría feliz, estaría allí en los momentos difíciles, la comprendería... "¿Qué me está ocurriendo?" Se dijo. La respuesta fue fácil: Se había imprimado de ella.


Me llamo Eveling Hawk Margaret, y vivo en Western. Soy una chica que va al instituto Tylon High School, el más aburrido, discriminante, y jerarquizado de todos los colegios del mundo.
Me levanté de la cama con resignación y, como todos los días, miraría el calendario para contar los días que me quedaban para cumplir los dieciséis: tres días.
Hoy empezábamos el instituto y habría nueva gente que no conocía. Dylan y yo (mi mejor amigo) siempre intentábamos que alguno se uniese a nuestro "grupo", pero creo que desprendíamos algún perfume que decía: ¡peligro, peligro! ¡El rarito y la margi!...
Mi amigo Dylan era moreno, bajillo, con voz de pito y muy, muy delgado(pareciéndose incluso a un esqueleto andante). Era, además, muy descontrolado, pero gracioso y buen amigo.
Yo... bueno, soy alta, castaña y con ojos color aceituna. No tengo nada de especial, salvo que mi piel es bastante blanca y mis labios rojizos y carnosos. Lo dicho, nada especial.
Me dirigí al cuarto de baño y allí me aseé tranquilamente. Cuarto de hora más tarde bajaba a desayunar con mis padres y me iba al instituto con rapidez para no llegar tarde como siempre.
Las puertas permanecían cerradas mientras yo llegaba después de un largo viaje en bus. Los alumnos se amontonaban al rededor del portón desgastado de color cobrizo. Llegué puntual por una vez, pero no vi a mi compañero. Fue raro, porque lo que él más odiaba en el mundo era llegar tarde.
Me adentré entre la multitud y atisbé a un chico bajo de la misma estatura que mi amigo. Me dirigí hacia él con presura, deseando volver a hablarle después de todo un verano eterno, pero no resultó ser él.
De pronto, mi mirada se vio atraída por unos grandes ojos color turquesa. Me miraban fijamente, y yo no podía desplazar la vista. Algo me atrapaba en sus redes, un mar infinito para perderte, y solo un barco al que aferrarte. Seguí mirándole con curiosidad, cuerpo perfecto y proporcionado, brazos fuertes, pelo soleado...
Entonces, una voz grave me sacó de aquella laguna de aturdimiento, y me llevó a la realidad. Se trataba de un chico con una media melena caoba, muy alto y grande. Con unos músculos impresionantes, y una camiseta muy, pero que muy ajustada. Unos labios perfilados, gorditos y sensuales, en combinación con unos grandes ojos color marrón. Hice un análisis rápidamente de su físico, tratando de recordar quién era, (pues me resultaba familiar) pero no podía llegar a reconocerlo.
-Eve, ¿qué tal el verano?-Solo me llamaba así mi familia y... Dylan.
-¿Dylan? ¿E...res tú?- Pregunté con dificultad. Al parecer, ahora no solo tartamudeaba con los chicos guapos, sino también con mi mejor amigo, ay que ver...
-Sí... Vaya. Osea, que pasas tres meses sin verme y ya no te acuerdas de mí...Pff, pues si no me reconoces ni tú, ahora a ver quién me reconoce.
-Lo siento, es que... No sé por dónde empezar. Eh, es normal que no te haya reconocido -dije con enfado.-, porque no eres el de hace tres meses. ¿No lo recuerdas? Eras bajo, DELGADO...
Se empezó a reír de una manera que me incomodó mucho y me crucé de brazos. Por lo visto, ya no era el mismo Dylan que yo había conocido hace años. ¿Qué le habría pasado para cambiar tanto?
Recuerdo que una vez, un chico de nuestra clase, atraído por una chica, empezó a hacer pesas durante el verano. Al empezar el curso se le veía más corpulento, pero no llegaba ni por asomo, al estado de Dyl. ¿Cómo era posible?
-¿Qué te has hecho? Estás muy... diferente.
-Sí, bueno, es una larga historia - Soltó una carcajada-. Entonces eso significa, que te gusto. Te preocupas por mí y por mi salud. Además estoy como un queso.
Empecé a reirme ante sus ocurriencias y me revolvió el pelo cariñosamente. Antes apenas podía alcanzarme pues él era el bajito, ahora, era al contrario. Qué injusto... Y yo que me había peinado.
Abrieron el portón con gran estruendo y los alumnos empezaron a hacer un gran tapón en la entrada. Apenas era accesible y yo rezaba por que ninguno demasiado grande se acercase a mí. Vaya, creo que si no lo hubiese pensado, ahora mismo no se acercaría Refina con su GRAN novio Hupe. Cuando digo lo de GRAN, es que era enorme, pero ahora, no sé si Dylan sería capaz de...
-Mira a quién tenemos aquí...- Exclamó Refina.- Pero si Evetang está con el nuevo. Vaya, como no ha venido la morralla de tu amigo Dolan, intentas ligarte al pobre indefenso de...- Examinó descaradamente con la mirada a mi amigo.
-Me llamo Dylan, y ella Eveling. No soy el nuevo, soy...¿cómo has dicho que me llamabas? Morralla.
Se puso colorada al ver que aquel chico era el compañero de clase al que había intentado seducir. Aquel esqueleto al que todo el mundo repugnaba.

*

Me tumbé boca arriba en la cama, cansada del duro día, y observé con atención mi techo azul con motitas moradas. Como por instinto, al instante supe que él estaba allí ya.
Afuera, la lluvia cubría con un espeso manto las copas de los árboles y empantanaba el suelo. A pesar de ello, me puse de nuevo la ropa y las botas. En cuanto todo el mundo estuvo dormido, me aseguré de llevarme las llaves de casa, un chubasquero, y una chuche ácida que le encantaba a Dorado. Además, me llevé una linterna impermeable.
Abrí la puerta girando el picaporte con cuidado y me adentré en los raudales de lluvia hasta llegar a una zona de densos árboles en los que la lluvia no me alcanzaba.
Llegué a mi destino a los cinco minutos de haber salido por la puerta de atrás, y me encontré un cálido fuego recibiéndome. Penetré en la cueva y me acerqué a las llamas. No había rastro de nadie. Entonces, empecé a preocuparme: "¿Y si le ha ocurrido algo?", ¿Y si hoy no ha venido?". Pero todos esos pensamientos fueron disueltos en el instante en el que Dorado entró por la cueva con agilidad y estilo. Fui a abrazarlo como a un muñeco de peluche mientras le susurraba palabras de alegría en la oreja.
El lobo se sentó sobre las patas traseras y se agitó para liberar las pequeñas partículas de agua de su dorado pelaje. 
Como cada día durante los últimos 14 años (con dos apenas era consciente de que mi lobo no era de peluche), me dispuse a contarle todo lo que me había ocurrido en el día:
- Hoy ha sido mi primer día en el instituto después de las vacaciones -Le di la chuche que se tragó al instante. Era nuestra preferida: chocolate ácido.-. Ha sido un poco duro, porque apenas te había visto... Cuánto te he echado me menos. Bueno, ¿te acuerdas de Dylan? Pues ahora está totalmente cambiado. Es alto, guapo, atractivo... Pff... En fin, no creo que tarde en irse con otra.- Dorado hizo un gesto de furia.- ¿Qué te pasa? ¿No te cae bien Dylan?- Negó con el hocico.- Bueno, pues yo creo que está en su mejor etapa, y hay que aprovecharla, porque si no, otras se aprovecharán y yo tengo la sartén cogida por el mango, nunca mejor dicho.
Dorado era un lobo muy grande que venía todas las noches, aunque nevase, a verme. Si yo no podía salir de casa, le observaba solamente desde mi ventana y con eso era suficiente.
-También, creo que hay un chico nuevo. Es así alto con ojos turquesa en los que me he quedado... embobada diría yo. Es rubio pero me da que solo quiere tema y yo paso de esos chicos. Además, parece un insensato y un salido, pero lo que no consigo quitarme de la cabeza son esos ojos.- Le empecé a explicar con detalles. Mi lobo parecía que tenía expresiones humanas, y la que puso en ese momento, fue como la de levantar una ceja. Sonreí.
Estuvimos así durante al menos una hora, y ya consideré que debía volver a casa, así que me subí a su lomo y en un santiamén me llevó a mi hogar.
Metí la llave en la cerradura y le di un beso volado al lobo. Era el mejor, mejor, mejor de los amigos.(A excepción de Dylan, que él era.... otra cosa)
Giré el picaporte de la puerta, y miré con espanto la cara de mi padre frente a mí. Me habían pillado.



Laura Ramallo (LRA)

El amor, la vida, y la lectura suponen una gran aventura.



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