domingo, 11 de diciembre de 2011

Capítulo 2: La pelea

-¿Dónde estabas?-me gritó mi padre-Tu hermana vino asustada a mi habitación diciéndome que no estabas y cuando fui a tu habitación,¡tu cama estaba vacía !
Miré a mi hermana que se refugiaba detrás de mi padre como un angelito, me sonrió con una mirada de suficiencia.Sabía que mi hermana lo había hecho aposta ,todo lo que estaba en su mano para fastidiarme lo hacía, así era ella. Detrás de mi hermana, a una cierta distancia, estaba mi madre con la cabeza gacha.Sabía de sobra que ella  no iba a salir en mi defensa por su propio bien y la entendía.
-¡Que contestes!-chilló mi padre, y a continuación me dio un bofetón.Me llevé la mano a la mejilla dolorida y alcé la mirada.
-Me...me..he ido a dar una vuelta...
-Eso es mentira- dijo mi hermana.
-¡Dime la verdad!-dijo mi padre después de darme otro bofetón.
-Ya lo he dicho -dije aguantando las lágrimas-he ido a dar una vuelta,lo juro...
-No es la primera vez que se va, se ha estado yendo todas las noches, justo a la misma hora-dijo mi hermana.Si estuviéramos a solas ya la habría estrangulado.
Después de varias bofetadas más y varios gritos de mi padre, me fui a la habitación y me metí a la cama.
Al cabo de un rato vino mi madre, como siempre, a consolarme. Estuvo acariciándome la cara y echándome pomada en mi cara hinchada hasta que me quedé dormida.



Al día siguiente tenía la cara amoratada, y para disimularlo me eché bastante maquillaje. Después de estar aseada y vestida, me fui al cole sin desayunar, para así no tener que ver la cara de mi padre y la de mi hermana.
Cuando llegué al colegio la gente no se dio cuenta de mis moratones; los profesores, que eran solo un poco más inteligentes que los alumnos,me preguntaban lo que me había pasado, pero con decirles que me había caído por las escaleras les bastaba. Al que no pude engañar fue a Dylan, me conocía bien para saber lo que me había pasado pues había ocurrido más veces. Nada más verme me dijo:
- ¿Esta vez por qué ha sido ?
-Por escaparme por la noche de mi casa-dije yo, bajando la cabeza- lo bueno es que han sido menos que la otra vez.
-Ah, sí, me acuerdo-dijo él en un susurro.
Fue cuando éramos más pequeños, salíamos del colegio y había llovido. Dylan me acompañó a casa. Íbamos jugando cuando me caí en un charco de barro y me empapé entera de suciedad y agua. Al llegar a casa mi padre pensó que me había rebozado por el suelo y mi hermana le apoyó. Mi padre me dio tantas bofetadas que no pude ir al colegio durante dos días.
De recordarlo se me humedecieron los ojos.
-Eh, Eve, no llores- me dijo con una voz baja, levantándome la barbilla. Me miró con aquellos ojos marrones que conocía muy bien.-ven aquí- me dijo rodeándome con sus musculosos brazos.
 En aquel momento me sentí como si a mi alrededor hubiera un huracán pero yo, rodeada de aquellos brazos, estaba segura de todo mal. Me dejé abrazar y le devolví el abrazo, hundí la cabeza en su hombro y allí lloré hasta que me desahogué.


El día estaba pasando sin ninguna novedad, excepto por aquel extraño presentimiento de que alguien me observaba constantemente. Me sentía muy incómoda.
Cuando estábamos en el comedor, no pude aguantar más y se lo dije a Dyl.
-¿Sabes?, noto que alguien no para de mirarme.
-Si claro, eso es lo que quieres tú, que te miren. Ja, ja, ja...-dijo Dylan con la burla pintada en la cara.
Le miré seriamente y paró de reírse.
-Vale... ¿Sabes?, puede ser aquel chico que está detrás de mí. He visto que no te quitaba ojo de encima.
Me asomé por encima del hombro de Dylan y le vi. Por casi escupo el agua que tenía en la boca a la cara de Dylan, de la sorpresa que me llevé.
Era el chico de pelo soleado. El que tenía esos hermosos ojos que te atrapaban.Eso me hubiera pasado si Dylan no hubiese estado allí para sacarme de aquel estado de shock.
-Ejem....Eve..¿le conoces?
-Em... No, no lo conozco, aunque ya le había visto antes, creo.
Dylan se dio la vuelta y se quedó observando a aquel chico. De repente se puso rígido en su asiento, y las venas del cuello se le hincharon tanto que parecían que le iban a estallar. Le puse la mano en el hombro para que se relajara y le pregunté:
-Dyl, ¿estás bien?
-Si...si, estoy bien- dijo dándose la vuelta y relajándose un poco. Me inquieté, pues todavía estaba tenso- no me pasa nada.
-¿Seguro?....
-Si, si seguro-dijo él bruscamente apartándome la mano de su hombro.
-Eh, tranquilo.
Se levantó y se fue del comedor.


Había un gran alboroto en el pasillo. Había gente que gritaba y salía corriendo, otros, por el contrario, se quedaban mirando y animando como si estuvieran en pleno espectáculo de boxeo. Odiaba las peleas, pero algo me hizo acercarme a ver más de cerca aquella discusión.
Cuando me acerqué, me quedé horrorizada. Dylan estaba de pie, furioso. Tenía la camiseta rota y llena de sangre que le goteaba a raudales de la nariz. La cara estaba llena de sudor y presentaba un montón de heridas. Los nudillos estaban rojos, y los puños, apretados, se disponían a golpear a otro chico. Miré al otro lado, y ahí estaba él, aquel chico misterioso de ojos azul turquesa que parecía que me observaba en todo momento. Tenía la camiseta abierta y rota, dejando ver sus músculos marcados, los botones de la camisa estaban por el suelo. Tenía el labio roto y una brecha en la ceja. Estaba también con los puños al aire, dispuesto a pegar a Dylan.
Me quedé paralizada sin saber que hacer, sólo cuando Dylan se dispuso a pegar un puñetazo en el estómago al otro chico, empecé a  reaccionar. Me interpuse en medio de los dos, aun sabiendo que podía salir perjudicada. Puse mis manos en los hombros de Dylan y hice que me mirara, yo le miré intensamente a los ojos. Al principio parecía perdido, pero poco a poco me devolvió la mirada y la furia que antes había en ella se suavizó.
-¿Pero qué pasa, te has vuelto loco ?-le chillé.
-Yo...lo siento- parecía abatido de verdad.
-Ven, vamos a quitarte toda la sangre y a mirarte esa nariz. Tiene una pinta muy mala-le dije dulcemente.
La gente pareció protestar. Les había quitado el entretenimiento.
Cuando Dylan y yo nos íbamos, miré atrás y vi que aquel chico seguía de pie allí. Me dio lástima por él ya que nadie se estaba preocupando por él. Se dio media vuelta y se marchó.
En la enfermería, mientras la enfermera revisaba la radiografía de la nariz de Dylan, le pregunté:
-¿Por qué ha sido?
-La verdad no me acuerdo, creo que se metió conmigo. Eso, sumado a que no te quitaba ojo de encima, era ya el colmo. Así que, le pegé. La verdad, tenía unas ganas tremendas de atizarle, y cuando lo hice me quedé muy  a gusto. Pero una vez que empecé no pude parar.
- ¿Le pegaste por qué no paraba de mirarme?- pregunté anonadada.
-Si.. bueno- dijo tímidamente- nunca permitiría que te pasara nada y ese chico te miraba de una forma....
La enfermera entró en la sala con las radiografías.
-A ver Dylan, tienes desviado el tabique de la nariz, por lo demás no tienes más que heridas y rasguños.

Miré hacia la ventana, afuera llovía y la ventana estaba empañada, aún así podía ver bien lo que había al otro lado de la ventana. Estaba en mi cama, atada a ella por orden de mi padre. Él no iba a consentir que me volviera a escapar. Había intentado desatarme las muñecas y los pies, pero al final desistí. Empecé a llorar silenciosamente por todo lo que mi padre, apoyada por mi hermana, me había hecho sufrir. Mi llanto fue interrumpido por un leve golpeteo en la ventana, giré la cabeza en dirección a la ventana, y allí estaba él, observándome desde mi ventana. Agitó su pelaje dorado, salpicando gotitas de agua en la ventana ya empapada. Me miró con unos ojos tristes y yo le devolví la mirada. Con esa mirada nos dijimos todo. Aún así se quedó allí, empapándose, hasta que me dormí, velando por mí, como hacía siempre.


Paula Pulido Egea (25)

(Foto de Laura)



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1 comentario:

  1. bueno...vamos a ver....no me gusta un cero asi que os pongo un 0,1

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