viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo 4: Un día más

A la mañana siguiente, me desperté en una cama muy confortable, con sábanas de seda y una colcha muy suave. Los rayos de luz penetraron por la ventana y yo me dispuse a vestirme con el uniforme escolar. Estaba aún aturdida, cuando me di cuenta de que no sabía dónde estaba. Abrí la puerta y una habitación con grandes ventanas me deslumbró. Un sofá blanco con una televisión plana, paredes metálicas, luces modernas, cocina adosada con un fogón enorme... Me percaté de que Dylan estaba dormido en el sofá. Parecía un angelito. Había decidido cederme la cama. Me miré al espejo de cuerpo entero que tenía en el baño adosado para comprobar que mis heridas ya estaban en proceso de sanación. Efectivamente, ya estaban cerradas y me sentía estupendamente. 
Me puse mi rebeca y salí del apartamento dejando una nota en la que decía: "Dylan, muchas gracias por todo, pero he de irme. No puedo faltar al colegio dos días seguidos. Ya nos veremos. Chao: Eve"Creo que la nota no reflejaba verdaderamente el motivo por el que me iba, pero no me importó. Cogí el autobús y me fui de allí.
Entré en mi casa por la puerta de atrás, y resultó que no había nadie. Busqué a mi madre, pero no la encontré. Penetré en mi habitación y me puse el uniforme. Para terminar, me puse kilos de maquillaje en todo el cuerpo para que no se notasen los moratones. También me puse pintalabios para el labio roto. Me dirigí de nuevo a mi habitación solitaria y me fijé en que la sangre seguía presente en las paredes blancas. ¿Dónde se habrían metido todo el mundo? Cogí mi mochila y me fui a coger al autobús. Llegué al colegio a tiempo por poco ya que hubo bastante tráfico que nos impedía el paso. 



Las clases eran muy aburridas, sobre todo si no paraban de mirarte las heridas y repetir lo mismo por lo menos quince veces. Sonó el timbre del descanso y me apresuré a salir a comer mi chocolate ácido que tanto me gustaba. Mm... Estaba delicioso.
Alguien se acercó a mí por la espalda con sigilo y me di la vuelta rápidamente. Era Refina, la persona más odiosa que el mundo había conocido en años.
-Evetang, ¿qué haces? Estás en mi sitio del pasillo preferido. ¡Quítate!- Gritó.
-Vale, vale. No te enfades demasiado a ver si te van a salir más arrugas, bruja.-Se me ocurrió de repente.
-Ee... ¿Qué has dicho? No te he oído bien.-Replicó.
-Nada, no importa. Adiós.- Me escabullí de allí y seguí andando por el pasillo como si no hubiese pasado nada. Salí por la puerta principal y los alumnos de siempre estaban fumando a raudales. Tendrían que prohibirlo ya, porque cada vez que pasaba por allí, tosía un montón hasta el punto de asfixiarme. Pisé la fresca hierba y el viento revolvió mi cabello en pequeños bucles. Un chico fumador se acercó a mí y soltó una gran bocanada de humo que me hizo toser y toser. Me aparté de él sintiendo que me ahogaba hasta llegar a un pequeño sauce, en el que ya me encontraba mejor y decidí sentarme para disfrutar del día con tranquilidad. Iba a ponerme los cascos de música cuando me di cuenta de que no estaba sola. Allí, sentado junto a mí estaba aquel odioso chico rubio del primer día de colegio y el de la pelea que casi deja cao a Dyl. Le miré mejor. Tenía el semblante relajado y el pelo le caía sobre los ojos. Decidí ser amable con él aunque no se lo mereciese:
-Me encanta la brisa que corre entre los árboles. Es tan fresca ... Me llamo Eveling, pero prefiero que me llamen Eve. -Dije mirando al horizonte y después a él.
-Yo adoro el bosque. Hay millones de animales y millones de sonidos que escuchar. Un buen lugar para relajarse. Me llamo William, pero es mejor Will. -Respondió mirándome.
-Cuando tengo muchos problemas, lo que hago es cerrar los ojos y dejar que el viento me lleve a todos los lugares posibles. Sin guerras, sin personas malas, sin enfermedades, sin odio...
-Prefiero descansar en la hierba y dormir profundamente hasta que se haga de noche. Entonces, sueño lo más bonito del mundo. Sueño con ella.- No se inmutó ni dirigió la mirada a un punto concreto, así que no pude adivinar de quién se trataba.
-Vaya, pues te deseo lo mejor con ella. Por cierto, ¿quieres chocolate ácido?- Le ofrecí la cajita.

-Gracias. Mm... Está realmente bueno.

Así nos pasamos media hora, conversando de cosas sin importancia hasta que el timbre sonó de nuevo y Will me acompañó a la clase de Biología. Jamás hubiese pensado que hablar de esas pequeñas cositas me hiciese sentir tan bien. Nos despedimos y entré en la clase con resignación.







Laura Ramallo Aznar (LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.



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2 comentarios:

  1. me encanta solo sencillamente me encanta cuando vas a poner el siguiente capitulo¿?

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    1. Gracias de todo corazón! Nos hemos esforzado mucho en estos últimos días... Pronto estarán ya las entradas, no t preocupes, q solo faltan ultimar unos detalles y ya!
      Por curiosidad, quien te recomendó nuestro blog?

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