viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 1: Eveling

Vio su cuerpo por primera vez aquel frío día de septiembre de madrugada. Asomó su pata entre los abundantes arbustos y su caliente aliento se condensó lentamente en el aire. Espesas gotitas impregnaban los anchos ventanales de la casa inundados de una cálida luz.
Observó a la pareja con su nuevo miembro. Se les veía felices porque una espléndida sonrisa cubría sus deslumbrantes caras mientras abrazaban al bebé ambos. El hombre se fue de la sala dejando a la mujer sola mientras ésta acunaba cariñosamente a la criatura. "¿Qué hago aquí?" Se preguntó el lobo. Al parecer había sentido un gran impulso animal que lo llevó a esa casa.
Iba a desaparecer lentamente de allí, pero algo se lo impidió. En aquel preciso instante, vio la cara del bebé, una hermosa niña de ojos aceituna que lo miraba curiosamente. Entonces, el mundo cambió para él, pues la protegería hasta el fin del mundo, daría su vida por ella, la haría feliz, estaría allí en los momentos difíciles, la comprendería... "¿Qué me está ocurriendo?" Se dijo. La respuesta fue fácil: Se había imprimado de ella.


Me llamo Eveling Hawk Margaret, y vivo en Western. Soy una chica que va al instituto Tylon High School, el más aburrido, discriminante, y jerarquizado de todos los colegios del mundo.
Me levanté de la cama con resignación y, como todos los días, miraría el calendario para contar los días que me quedaban para cumplir los dieciséis: tres días.
Hoy empezábamos el instituto y habría nueva gente que no conocía. Dylan y yo (mi mejor amigo) siempre intentábamos que alguno se uniese a nuestro "grupo", pero creo que desprendíamos algún perfume que decía: ¡peligro, peligro! ¡El rarito y la margi!...
Mi amigo Dylan era moreno, bajillo, con voz de pito y muy, muy delgado(pareciéndose incluso a un esqueleto andante). Era, además, muy descontrolado, pero gracioso y buen amigo.
Yo... bueno, soy alta, castaña y con ojos color aceituna. No tengo nada de especial, salvo que mi piel es bastante blanca y mis labios rojizos y carnosos. Lo dicho, nada especial.
Me dirigí al cuarto de baño y allí me aseé tranquilamente. Cuarto de hora más tarde bajaba a desayunar con mis padres y me iba al instituto con rapidez para no llegar tarde como siempre.
Las puertas permanecían cerradas mientras yo llegaba después de un largo viaje en bus. Los alumnos se amontonaban al rededor del portón desgastado de color cobrizo. Llegué puntual por una vez, pero no vi a mi compañero. Fue raro, porque lo que él más odiaba en el mundo era llegar tarde.
Me adentré entre la multitud y atisbé a un chico bajo de la misma estatura que mi amigo. Me dirigí hacia él con presura, deseando volver a hablarle después de todo un verano eterno, pero no resultó ser él.
De pronto, mi mirada se vio atraída por unos grandes ojos color turquesa. Me miraban fijamente, y yo no podía desplazar la vista. Algo me atrapaba en sus redes, un mar infinito para perderte, y solo un barco al que aferrarte. Seguí mirándole con curiosidad, cuerpo perfecto y proporcionado, brazos fuertes, pelo soleado...
Entonces, una voz grave me sacó de aquella laguna de aturdimiento, y me llevó a la realidad. Se trataba de un chico con una media melena caoba, muy alto y grande. Con unos músculos impresionantes, y una camiseta muy, pero que muy ajustada. Unos labios perfilados, gorditos y sensuales, en combinación con unos grandes ojos color marrón. Hice un análisis rápidamente de su físico, tratando de recordar quién era, (pues me resultaba familiar) pero no podía llegar a reconocerlo.
-Eve, ¿qué tal el verano?-Solo me llamaba así mi familia y... Dylan.
-¿Dylan? ¿E...res tú?- Pregunté con dificultad. Al parecer, ahora no solo tartamudeaba con los chicos guapos, sino también con mi mejor amigo, ay que ver...
-Sí... Vaya. Osea, que pasas tres meses sin verme y ya no te acuerdas de mí...Pff, pues si no me reconoces ni tú, ahora a ver quién me reconoce.
-Lo siento, es que... No sé por dónde empezar. Eh, es normal que no te haya reconocido -dije con enfado.-, porque no eres el de hace tres meses. ¿No lo recuerdas? Eras bajo, DELGADO...
Se empezó a reír de una manera que me incomodó mucho y me crucé de brazos. Por lo visto, ya no era el mismo Dylan que yo había conocido hace años. ¿Qué le habría pasado para cambiar tanto?
Recuerdo que una vez, un chico de nuestra clase, atraído por una chica, empezó a hacer pesas durante el verano. Al empezar el curso se le veía más corpulento, pero no llegaba ni por asomo, al estado de Dyl. ¿Cómo era posible?
-¿Qué te has hecho? Estás muy... diferente.
-Sí, bueno, es una larga historia - Soltó una carcajada-. Entonces eso significa, que te gusto. Te preocupas por mí y por mi salud. Además estoy como un queso.
Empecé a reirme ante sus ocurriencias y me revolvió el pelo cariñosamente. Antes apenas podía alcanzarme pues él era el bajito, ahora, era al contrario. Qué injusto... Y yo que me había peinado.
Abrieron el portón con gran estruendo y los alumnos empezaron a hacer un gran tapón en la entrada. Apenas era accesible y yo rezaba por que ninguno demasiado grande se acercase a mí. Vaya, creo que si no lo hubiese pensado, ahora mismo no se acercaría Refina con su GRAN novio Hupe. Cuando digo lo de GRAN, es que era enorme, pero ahora, no sé si Dylan sería capaz de...
-Mira a quién tenemos aquí...- Exclamó Refina.- Pero si Evetang está con el nuevo. Vaya, como no ha venido la morralla de tu amigo Dolan, intentas ligarte al pobre indefenso de...- Examinó descaradamente con la mirada a mi amigo.
-Me llamo Dylan, y ella Eveling. No soy el nuevo, soy...¿cómo has dicho que me llamabas? Morralla.
Se puso colorada al ver que aquel chico era el compañero de clase al que había intentado seducir. Aquel esqueleto al que todo el mundo repugnaba.

*

Me tumbé boca arriba en la cama, cansada del duro día, y observé con atención mi techo azul con motitas moradas. Como por instinto, al instante supe que él estaba allí ya.
Afuera, la lluvia cubría con un espeso manto las copas de los árboles y empantanaba el suelo. A pesar de ello, me puse de nuevo la ropa y las botas. En cuanto todo el mundo estuvo dormido, me aseguré de llevarme las llaves de casa, un chubasquero, y una chuche ácida que le encantaba a Dorado. Además, me llevé una linterna impermeable.
Abrí la puerta girando el picaporte con cuidado y me adentré en los raudales de lluvia hasta llegar a una zona de densos árboles en los que la lluvia no me alcanzaba.
Llegué a mi destino a los cinco minutos de haber salido por la puerta de atrás, y me encontré un cálido fuego recibiéndome. Penetré en la cueva y me acerqué a las llamas. No había rastro de nadie. Entonces, empecé a preocuparme: "¿Y si le ha ocurrido algo?", ¿Y si hoy no ha venido?". Pero todos esos pensamientos fueron disueltos en el instante en el que Dorado entró por la cueva con agilidad y estilo. Fui a abrazarlo como a un muñeco de peluche mientras le susurraba palabras de alegría en la oreja.
El lobo se sentó sobre las patas traseras y se agitó para liberar las pequeñas partículas de agua de su dorado pelaje. 
Como cada día durante los últimos 14 años (con dos apenas era consciente de que mi lobo no era de peluche), me dispuse a contarle todo lo que me había ocurrido en el día:
- Hoy ha sido mi primer día en el instituto después de las vacaciones -Le di la chuche que se tragó al instante. Era nuestra preferida: chocolate ácido.-. Ha sido un poco duro, porque apenas te había visto... Cuánto te he echado me menos. Bueno, ¿te acuerdas de Dylan? Pues ahora está totalmente cambiado. Es alto, guapo, atractivo... Pff... En fin, no creo que tarde en irse con otra.- Dorado hizo un gesto de furia.- ¿Qué te pasa? ¿No te cae bien Dylan?- Negó con el hocico.- Bueno, pues yo creo que está en su mejor etapa, y hay que aprovecharla, porque si no, otras se aprovecharán y yo tengo la sartén cogida por el mango, nunca mejor dicho.
Dorado era un lobo muy grande que venía todas las noches, aunque nevase, a verme. Si yo no podía salir de casa, le observaba solamente desde mi ventana y con eso era suficiente.
-También, creo que hay un chico nuevo. Es así alto con ojos turquesa en los que me he quedado... embobada diría yo. Es rubio pero me da que solo quiere tema y yo paso de esos chicos. Además, parece un insensato y un salido, pero lo que no consigo quitarme de la cabeza son esos ojos.- Le empecé a explicar con detalles. Mi lobo parecía que tenía expresiones humanas, y la que puso en ese momento, fue como la de levantar una ceja. Sonreí.
Estuvimos así durante al menos una hora, y ya consideré que debía volver a casa, así que me subí a su lomo y en un santiamén me llevó a mi hogar.
Metí la llave en la cerradura y le di un beso volado al lobo. Era el mejor, mejor, mejor de los amigos.(A excepción de Dylan, que él era.... otra cosa)
Giré el picaporte de la puerta, y miré con espanto la cara de mi padre frente a mí. Me habían pillado.



Laura Ramallo (LRA)

El amor, la vida, y la lectura suponen una gran aventura.



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