domingo, 18 de diciembre de 2011

Capítulo 3: Furia

Las muñecas se me hincharon debido a la gran presión que ejercían las cuerdas. Se me desgarró la piel y la sangre empezó a brotar sigilosamente. Intenté morderlas, tirar de ellas, arañarlas con las uñas... Todo era inútil.
Lo poco que había conseguido dormir, fue en vano, pues ni con esas energías era capaz de arrancar esas malditas cuerdas. Odiaba a mi padre, odiaba a mi hermana, odiaba al mundo por dejar que tuviese un monstruo por padre. Me odiaba sobre todo a mí misma por haber... nacido.
Empecé a perder la consciencia poco a poco. La vista se me nublaba a causa del dolor y apenas podía distinguir la luz de mi mesilla. Solo veía un gran manchurrón amarillo.
De repente, una ráfaga de viento y olor a lluvia me recorrió. Gemí e intenté concentrarme en la figura que se dirigía hacia mí. "¿Dorado?" Pensé. No, no podía ser, pues andaba erguido y sobre dos patas. ¿Quién sería?
-¿Quién...?- Conseguí susurrar. Apenas podía hablar y solo salían unos pequeños gorgoteos de mi boca.
-Shh- Dijo ese alguien que se paseó por mi habitación hasta llegar a mi cama.
Me puso el dedo con delicadeza en los labios y entonces sentí un gran torrente de emociones: el miedo, la alegría, alivio, sueño, esperanza, ilusión...
Intenté abrir más los ojos y enfocar la vista, pero me era imposible, solo veía formas borrosas. Un aroma conocido y familiar me llegó y pude decir:
-¿Dyl... an?- Pregunté y nadie respondió. Apenas podía respirar, y sentía que me ahogaba. ¿Qué pasaba? Mi corazón empezó a palpitar cada vez más rápido, como un tren.
Empecé a temblar de frío y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
-Feliz cumpleaños, Eveling. -Dijo una extraña voz en mi cabeza que apenas pude recordar.
Entonces, la sombra difusa (a mis ojos), me dio un beso en la frente y todos mis males desaparecieron de golpe. Pude recobrar el sentido poco a poco, y cuando conseguí ver con claridad, no había nadie en la habitación. Intenté incorporarme y cerciorarme de que ninguna persona se hayaba en mi habitación, pero no pude porque las cuerdas me agarraban a la cama. Las miré con asco, y me di cuenta de que la piel no la tenía ensangrentada, solo unas marcas rojizas debido a la irritación de la piel.
Miré el reloj con atención y vi que eran las 3 y media de la madrugada: mi hora de nacimiento.

*

Abrieron la puerta con una gran estruendo mientras yo me despertaba bruscamente. Mi padre se dirigía hacia mí echando humos.
- ¡¿No te dije que nada de chicos?!- Me dio el primer bofetón. Gemí y unas lágrimas resbalaron por mis mejillas.- Está bien, tú lo has querido. Eres la pero hija del mundo. Te escapas, me evitas, apenas me hablas, y ahora encima, para colmo, haces que un chico te venga a recoger. ¡Un chico!
-¡Y tú eres el peor padre del mundo! ¡No haces más que tratarme como a un perro!¡ Me maltratas todos los días y a mis profesores les digo que todos los días tropiezo con algo! ¡¡¡Te odio por haber convertido mi vida en un infierno todos los días!!! - Le grité rabiosa.
En ese momento, mi padre empezó a ponerse rojo de furia, las sienes se le marcaron tanto que parecían dos grandes serpientes a punto de atacar, la frente se le arrugó y entornó los ojos. Fue entonces cuando deseé con todas mis fuerzas no haber pronunciado esas palabras jamás.
Tiró de las cuerdas bruscamente mientras la sangre empezaba a brotar de nuevo.
Me levantó con crueldad de la desordenada cama y me empujó contra la pared. Allí, me dio un puñetazo que me partió el labio. Emití un pequeño sonido y me derrumbé en el suelo.
Mi padre me agarró de la fina bata que llevaba y me dio otro puñetazo en la mandíbula.
Como antes volví a caerme al suelo, pero esta vez, en vez de levantarme, se apoyó sobre mí y con todas sus fuerzas, convirtió su mano en un puño y lo dirigió contra mi pecho. El siguiente, a mi tripa.
Me encontraba muy dolorida, y apenas era consciente de lo que pasaba a causa del dolor. Si quería hacer algo antes de desmayarme tenía que ser ahora. Ahora era el momento.
Iba a levantarme con las pocas fuerzas que albergaba mi cuerpo, cuando, en pie, mi padre me acribilló a patadas contra una esquina de la habitación. Las paredes empezaron a mancharse de rojo y yo apenas podía respirar de los fuertes golpes en el pecho. Me retorcía de dolor y me ardía la garganta.
Proferí un grito desgarrador.

*

-Bueno, ¿tienes novia?- Insinuó Lucy tocándose el pelo seductoramente.
-No.-Respondió Dylan solamente en el marco de la puerta de entrada.
-Mm... ¿Y te mola mi estúpida hermana?- Lucy empezó a mascar un chicle de fresa.
-Ejem... yo...- Se puso colorado a la vez que apoyaba su trabajado brazo en el poyete.
-Ya, es una mema. Parece muy inocente y eso, pero es una perra. ¿Sabías que se escapa por las noches para verse con su amante secreto? Creo que deberías pasar de ella y fijarte en otras más...jóvenes. - Y se miró a ella misma.
-Bueno, ¿puedo pasar?- Levantó la ceja con los brazos cruzados.
-Si, claro. ¿Vamos a mi habitación? Tengo prendas muy sexis.- Lucy sacó pecho.
-Em...- Consiguió decir Dylan.- Mejor me siento en el sofá y espero, ¿vale?
Lucy le agarró del brazo y le condujo a la sala de estar. En el camino, se escuchó un grito de Eve.
Dylan se puso tenso y calculó de dónde podría provenir aquel grito. Salió corriendo en dirección de la habitación de la muchacha con una furia incontenible.

*

Creo que si me quedaba algún hueso sano en mi cuerpo, lo bautizaría como "Superviviente al ataque".
Me sentía molida, y lo único que había conseguido con pegar ese grito fue que a mi padre se le incrementase la furia. Me cogió del pelo y me arrastró a lo largo de la habitación. Cuando acabé en la esquina opuesta, él me cogió del cuello con ambas manos y apretó hasta que me empecé a poner morada. Cuando eso ocurrió, conseguí zafarlo de mí a base de innumerables arañazos con las uñas y de morderle. Me agarró la cabeza y me dio un golpe contra la pared. No sabía ni cómo no me había muerto ya después de aquello. Para rematarlo, me empujó y tropecé al suelo. Giré la cabeza despacio, para ver que se disponía a dar su golpe definitivo, el más mortal de todos. Lo sé por experiencia, de las cuantiosas palizas que había recibido ya a lo largo de mi vida. Por lo menos, estaba contenta porque mi sufrimiento iba a cesar, y encarcelarían a mi padre por matarme y por maltratar a mi pobre madre.
Unas milésimas de segundo después, algo agarró el brazo de mi padre, deteniendo así su ataque. Dylan. Le hizo darse la vuelta para mirarlo a los ojos. Lo cogió de la camisa y lo estampó contra la pared. Yo me quedé tirada en el suelo. Dyl agarró del cuello a mi padre y le levantó con sorprendente agilidad.
-Como vuelvas a tocarla, te juro que te mato.- Le amenazó. Como la otra vez que le vi enfurecido, las venas se le hincharon y los brazos parecía que le iban a estallar. Le soltó de golpe y le dejó tendido en el suelo.
Luego, se dirigió a mí con unos ojos amarillos encedidos por la furia y el desastre y me acarició el cabello levantándome la cabeza con cuidado. Apartó el pelo sudoroso de mi frente y comprobó con alivio que respiraba. Después, con preocupación, empezó a tocarme para ver si tenía alguna costilla fracturada, pero resultaron ser solamente grandes moratones y lesiones leves.
Me cogió en brazos y permitió que apoyase la cabeza en su pecho. Avanzó hacia la puerta dirigiéndole una mirada asesina a mi padre, que se estremeció.
-Vámonos de aquí Eve.- Me susurró a la oído con cariño.
Poco después, sabiendo que estaba segura en sus brazos, me desmayé.


"Eve, por favor despierta, hazlo por mí. Pronto estaremos juntos, pero dame algo de tiempo para que arregle todo. Por favor, despierta..." Oí en mi cabeza antes de sentir algo húmedo sobre mis labios.
Dylan me estaba humedeciendo los labios para sanar la herida. También me mojó los brazos, las piernas, la tripa...
-D...yl...a...- No podía decir apenas nada.
-Shh.- Dijo poniéndome el dedo en los labios. Un recuerdo de esta pasada noche vino a mi memoria y deduje que el que entró en mi habitación fue él. Sonreí.
Me incorporé con su ayuda y vi que nos encontrábamos en mi lugar favorito,un lago a kilómetros de mi infierno. El agua lucía cristalina y los numerosos árboles que nos rodeaban cantaban melodiosas canciones. Cuando estuve sentada, miré a mi amigo y me eché encima de él. Le rodeé el cuello con mis brazos y apoyé la cabeza entre su mandíbula masculina y su clavícula. Allí me desahogué sollozando un buen rato.
-Eh, no llores. Ven, vamos a darnos un chapuzón. - Me rodeó la cintura y se levantó con entusiasmo. Se quitó la ajustada camiseta con algunos restos de sangre y me miró con esos ojos cálidos.
Me quedé anonadada al ver su atlético cuerpo y sus abdominales bien marcados.
Cogí la mano que me tendió y me agarré a él para no caerme. Toqué su tersa y bronceada piel y me quedé completamente estupefacta ante su belleza. Fui introduciendo mi cuerpo en las cálidas aguas a la vez que él. Me quedé flotando boca arriba, mientras que Dylan me sujetaba de la espalda y bailábamos en el agua al son del viento. Estuvimos allí durante horas, hasta que rompí el hielo:
-Dylan, ¿cómo se te ocurrió venir a mi habitación? ¿Y por qué tenías los ojos amarillos?
-Bueno, me permití el lujo de venir a recogerte y acompañarte al colegio. Creí que ser un caballero contigo era lo más importante, así que lo hice. Cuando llegué a tu casa, la puerta la abrió tu padre, seguido de él tu hermana. Le expliqué lo que estaba haciendo allí y se enfureció tanto porque te fuese a buscar que se fue. No le di demasiada importancia a aquello pues creí que fue a avisarte. Entonces, entré, tú emitiste un grito y fui a ver lo que pasaba, porque no me lo perdonaría si te pasase algo. Luego está el hecho de que tu hermana empezó a filtrear conmigo, y yo no sabía qué decirle, porque estoy enamorado de otra chica.
-Mm... Qué bonito.- Dije apenada. Había llegado tarde, y seguro que ya estaba saliendo con otra que fuese... no sé, más delgada, o rubia, o con más tetas... Iba a preguntarle de nuevo sobre sus ojos amarillos, pero se empezó a reír de una forma muy masculina y me distraje completamente.
-Eve, eres tú.- ¿Qué? ¿Me estaba diciendo que estaba enamorado de mí? ¿De mí?- Llevo enamorado de ti desde...Yo qué sé... Hace ya bastante de ello. Eras la única que querías mi amistad y me respetabas. Claro que cuando éramos más pequeños no pensaba en ello. Pero estoy enamorado de ti hasta las trancas.
-Yo... yo...- No sabía qué contestarle. Bueno, la respuesta era fácil en mi cabeza, pero decirla costaba un montón-. Pf... No sé qué decir, pero la respuesta es... es...
Nuestras frentes estaban pegadas y las narices se rozaban con elegancia. Apenas unos centímetros separaban mis labios de los de Dylan y el pulso empezó a acelerarse.
Cuando me quise dar cuenta, mis labios estaban pegados a los de él y nuestras esencias se fusionaron.
- Feliz cumpleaños, Eve.- Se separó un momento y yo lo atraje hacia mí.
Una brisa cálida se deslizó por mi interior y mis brazos rodearon la cabeza de Dylan, revolviendo así mis dedos entre sus negros cabellos.
Cerré los ojos y disfruté del momento con pasión.








Laura Ramallo Aznar (LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.




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4 comentarios:

  1. Esta genial, seguid escribiendo!! :D

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  2. Está muy chulo , escribid más capitulos :D

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  3. ESTA HORRIBLE NO SIGAIS ESCRIBIENDO, UN BESO GUAPA¡¡¡¡¡¡ ;)
    PD:es verdad dejar de escribir

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  4. Anónimo6/1/12, 0:47

    tu te callas pipa,que esta muy bien
    Y mejor que tu escribe subnormaaaaal.

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