jueves, 11 de julio de 2013

Capítulo 9: Adios

¡Hola lectores! ¡¡Por fin escribí la entrada!! 0s recomiendo, por si no recordáis detalles de la historia, que os volviéseis a mirar un poquito los capítulos y poder comprender mejor esta entrada. Si os acordáis de todo, ¡perfecto! Continuad leyendo.
Un besazo,
Laura.


No podía aguantarlo más. Tenía que cortar con él ya. Tenía que dejarme de vacilaciones e ir al grano de una vez.
Cogí la rebeca azul marina y me preparé psicológicamente para cortar definitivamente mi relación con Dylan. Menos mal que hoy era sábado y podía vagar libremente por las calles sin que me procupase faltar a clase.
- ¿A ciudad Monumento?- Me preguntó el conductor del autobús.
- Sí.- Me dio el billete y en seguida me senté en un asiento libre al lado de una señora mayor. Por lo menos me quedaba una hora de trayecto, sin contar con las paradas cada quince metros. Sí, se iba a hacer eterno, pero era el único medio que tenía para ir a visitar a mi novio (ya no por mucho tiempo).
Entretanto, la señora mayor empezó a hablarme:
- Se te ve preocupada. ¿Problemas personales?
- Pues sí, la verdad es que sí...- Y así, empecé a hablarle de todo lo que me había pasado desde que empecé el curso. Qué curioso, no la conocía de nada, pero me daba buenas vibraciones.
Cuando tuve que bajarme en la parada del hospital, me dio mucha pena tener que dejar de hablar con aquella mujer.
- Vivo en la calle Amapola, número 3. Lo digo por si alguna vez te apetece hablar.- Me sonrió Maya, que era como se llamaba la anciana.
Me despedí de ella con un movimiento de mano y me acerqué a la entrada del hospital con  rezago en mis pisadas.
Las puertas del hospital se abrieron con un ligero chirrido y yo me adentré en él. Olía a desinfectante y a latex.
Subí las escaleras con agilidad por no ir en el ascensor y encontrarme con algún enfermo. Nunca me habían gustado los hospitales. Siempre habían sido terroríficos para mí. Muchos enfermos con caras destrozadas de dolor y en muchas ocasiones, enfermedades incurables. Me ajusté mejor la bufanda y abrí la puerta que daba a la cuarta planta, donde se encontraba ingresado Dylan.
De repente, sentí algo frío en la nuca. Me giré en redondo y le vi. Will. ¿Qué demonios hacía Will en el hospital justo en la planta 4? Vale, esto era ya el colmo.
- ¿Qué leches haces aquí?- Le medio grité agarrándole de la chaqueta y llevándomelo hacia la esquina más cercana. Una enfermera pasó a nuestro lado portando un fichero médico. Nos fulminó con la mirada y se puso un dedo en los labios indicando que guardásemos silencio. Me sonrojé. Bueno, no era el momento idóneo para echarle la charla a Will, pero estaba un poquito bastante harta de él y su comportamiento.
- Pues... La verdad...- Empezó a murmurar.
- Mira, seré clara. Me has jodido bastante y estoy de ti hasta las narices - Ui, no quería ser tan dura, pero una ira incontenible se fue apoderando de mí-. Desde que apareciste con tus jueguecitos psicópatas me has destrozado la vida: has aporreado a Dylan sin motivo en más de una ocasión, me sacaste del baile, que era una ocasión que llevaba esperando A-Ñ-O-S, me ensuciaste el vestido y, ¡por tu culpa ahora mismo estoy a punto de romper con el único chico que me ha comprendido y no me ha tratado como si fuese basura!
Los pacientes nos miraron de repente. Había acorralado al chico y su espalda estaba pegada ya a la pared. Y yo me acercaba más y más a él peligrosamente con cara de perro rabioso. Dios, si me hubiese visto mi amiga Jane en aquel momento...
- Te equivocas.- Dijo solamente. ¿Qué? ¿Nada más? Ni alzamientos de voz ni miradas furiosas. Oh, nada de eso. Quería guerra.
- ¡¡NO TE QUIERO VOLVER A VER POR MI CAMINO!! ¿Entendido?
Cerró los ojos, asintió y de un empujón me apartó de él. Se fue caminando hacia el ascensor con las manos metidas en los bolsillos y desapareció tras las puertas metálicas.
Uf, qué desahogada me sentía. Bien, un problema menos. Ahora estaba el peliagudo tema de Dylan. Me acerqué sigilosamente a la puerta. Apoyé la mano en el pomo de la puerta cuando oí algo en el interior. Dylan estaba hablando con alguien. Sé que no debería haberlo hecho, pero la curiosidad es algo poderoso, así que apoyé la oreja en la puerta y escuché:
- Te he dicho que no sabe nada.- Dijo Dylan.
- Se te está acabando el tiempo y odio esperar y lo sabes de sobra. Me debes sumisión.
¿Sumisión? Dios, ni que estuviésemos en la Edad Media.
- Dame solo tres días más.
¿Drogas quizá?¿Pagos atrasados?¿Deudas? Seguí escuchando.
- Está bien. Tres días. Ni uno más. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte aquí? Ya estás completamente curado.
- Los que me den la gana. Al enfermero le tengo bien puesto, no te preocupes por eso.
Se hizo el silencio. La otra voz gruñó y dijo:
- Hay alguien ahí fuera.
Mierda, mierda. Me aparté rápidamente de la puerta y me senté precipitadamente en la silla de espera que había. Bien, así parecería que llevaba un rato esperando.
La puerta se abrió precipitadamente y un hombre con el pelo a rastas y bastante grandote salió de la habitación. Su descuidada barba y sus modales toscos no te decían realmente que pudieses confiar en él. Le sonreí con inocencia, me dirigió una mirada asesina y se fue rápidamente. Uf, por los pelos.
Entré en la habitación que olía a... ¿gato muerto? Por favor, ¿cómo se puede oler tan mal? Arrugué la nariz y cerré la puerta. Me dirigí directamente a las ventanas para ventilar un poco la habitación.
- Oh, Eve, qué grata sorpresa. Estaba pensando en ti ahora mismo.
- ¿Qué se ha muerto aquí, Dyl?
- Ohm... Lo siento, mi tío no es un gran fan del jabón...
Después de un buen rato de ventilación, ya podía volver a respirar con normalidad.
- Bueno, ¿qué tal te encuentras?- Quise saber.
- Bastante mejor, pero todavía no estoy curado del todo.- ERROR, pensé. Qué mentirosillo...
- ¿Y cuándo te dan el alta?
- No lo sé todavía. El enfermero me ha dicho que es mejor esperar a que todo sane tranquilamente, sin prisa alguna.
- Mira Dyl, voy a ser sincera contigo - le di la mano con cariño-, no he venido a preguntarte cuándo te darán el alta. Sé que va a ser duro, pero no puedo seguir mintiéndote, y lo que es peor, seguir mintiéndome.
- ¿Me estas dejando?- Dijo de pronto. Empecé a sentir presión en la mano.
- Lo, lo siento pero creo que es lo mejor para los dos dadas las circunstancias...- Pf, no estaba saliendo como yo quería. Para nada.
- No, no puedes dejarme.- Dijo en tono autoritario. Su respiración empezó a ser más y más fuerte.
- ¿Cómo que no? Te acabo de dejar Dyl. Suéltame. Ya.- Le dije levantándome de golpe. La silla se precipitó al suelo.
- No te vas a ir.- Dijo.
- Adios Dylan.- Se levantó de la cama como quien no quiere la cosa y sus ojos pasaron de ser marrón cálido a amarillo fluorescente. Maldición. Como la vez en la que casi ahogó a mi padre por haberme maltratado. Empecé a sentir miedo. La muñeca me ardía y empecé a sentir un dolor agudo.
Su cuerpo empezó a temblar y la camiseta blanca que llevaba se rasgó dejando entrever unos músculos muchísimo más hinchados de los que ya tenía. En el brazo apareció de repente un tatuaje como el de un dragón. Dylan empezó a convulsionarse y cuando me miró con aquella mirada loca, se había hecho mucho más alto y grande.
Entonces reaccioné y como si alguien me lo hubiese aconsejado, le propiné una patada en la rodilla para que perdiese el equilibrio y cuando estaba apoyado en el suelo, una patada lanzada en toda la cara. Escupió sangre. Me soltó de inmediato y me aparté de él temblando como un flan. Empezó a gruñir.
- Grrrr...- El corazón empezó a latirme descontroladamente en el pecho, pero lo peor de todo era que no podía moverme. Tenía el cuerpo paralizado.
Dylan alzó la mirada y unos enormes colmillos, que sustituyeron a los dientes normales, me sonrieron tras la afable cara del antiguo Dylan. Las manos se asemejaban ya  a garras.
Reprimí un grito.
- ¿Sorprendida, Eve?- Me dijo sonriendo. Se levantó como un rayo y se lanzó hacia mí con las garras extendidas.
Sí, esta vez sí que grité.
- ¡¡AGH!!- Me aparté rápidamente de su camino, pero un gran arañazo me rasgó la rebeca entera. Una risa gutural salió de la garganta de Dylan. Corrí hacia la puerta, pero algo me atrapó el pie y caí bruscamente sobre el frío suelo del hospital.
"Dorado, ayúdame", imploré. Una flor se desprendió de mi bufanda. Era azulada con tonos violáceos. En el momento en que la vio, Dylan se apartó corriendo de mí. Cogí la flor y me alcé ante él .Me miró con miedo. Estaba acurrucado en un rincón de la habitación. Le tenía un pánico terrible a aquella delicada flor violeta, así que la tiré al suelo y salí corriendo de aquel hospital lo más rápido posible.



LRA



2 comentarios:

  1. Tuuu! No me dejes así! Sube el siguiente pronto. Quiero saber todo lo relacionado con Dyl, ya mismo

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    Respuestas
    1. Jaja, subiré el siguiente capítulo el miércoles que viene probablemente. Cada miércoles publicaré nuevos capítulos :)

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